Meditación en Postura Yacente (Savasana)

La meditación acostada, a menudo conocida por su término en sánscrito "Savasana" (postura del cadáver) en el contexto del yoga, es una práctica de relajación profunda y conciencia plena.

Consiste en yacer inmóvil durante un período determinado, con el objetivo de calmar la mente y el cuerpo, y observar las sensaciones y pensamientos que surgen sin involucrarse en ellos.

Postura y Preparación

La postura es simple: se trata de acostarse boca arriba, de manera similar a un cadáver, con los brazos a los lados del cuerpo, generalmente sin tocarlo, y las palmas de las manos hacia arriba o en una posición cómoda.

Las piernas suelen estar ligeramente separadas, permitiendo que los pies caigan naturalmente hacia los lados.

Es importante asegurarse de que el cuerpo esté lo más simétrico y cómodo posible para facilitar la quietud.

Si se utiliza una manta para cubrirse, es recomendable que no ejerza presión sobre los pies, para no interferir con la relajación.

El objetivo es permanecer tan inmóvil como sea físicamente posible durante el tiempo que dure la práctica.

Enfoque de la Atención y Manejo de Pensamientos

Durante la meditación acostada, la atención puede dirigirse a diversos focos, como la respiración, las sensaciones de contacto del cuerpo con la superficie sobre la que se yace, o simplemente una conciencia abierta a cualquier experiencia que emerja en el momento presente.

No se trata de intentar no pensar o de vaciar la mente. Sino de permitir que los pensamientos fluyan sin aferrarse a ellos ni analizarlos.

La práctica implica permitir que la conciencia se asiente, observando las sensaciones físicas y los pensamientos sin intentar dirigirlos o controlarlos.

Cuando la mente divague, lo cual es natural, se la trae suavemente de vuelta al foco elegido o a la simple observación del presente.

Beneficios y Aplicaciones

Esta práctica es especialmente útil para inducir la relajación profunda y puede ser una herramienta eficaz para conciliar el sueño cuando se experimenta insomnio.

Al disciplinar el cuerpo para permanecer quieto, se puede observar una disminución en la actividad mental y una mayor facilidad para entrar en estados de calma.

La experiencia de quietud y la observación desapegada de los propios procesos internos pueden llevar a momentos profundos de realización y presencia.

La disciplina de permanecer inmóvil, incluso cuando el cuerpo pueda urgir a moverse, fortalece la capacidad de observación y la ecuanimidad.

Con la práctica regular, se puede extender la duración de la inmovilidad y la profundidad de la relajación y la conciencia.