Identificación de Situaciones Temidas para la Exposición

Un paso inicial y crucial en la terapia de exposición es la identificación detallada y específica de las situaciones, objetos o sensaciones internas que generan miedo o ansiedad en la persona.

Este proceso permite comprender la naturaleza del problema y establecer los objetivos para la exposición gradual.

Exploración Exhaustiva de los Miedos

Junto con el terapeuta, la persona explora cuáles son exactamente los estímulos o contextos que le provocan malestar.

No basta con una descripción general como "tengo miedo a las alturas" o "me da ansiedad hablar en público".

Es necesario desglosar estas afirmaciones en situaciones concretas y observables.

Por ejemplo, para alguien con miedo a las alturas, las situaciones temidas podrían incluir asomarse a un balcón en un piso alto, subir una escalera de mano, cruzar un puente peatonal elevado o estar en un mirador.

Para alguien con ansiedad social, podrían ser iniciar una conversación con un desconocido, dar una opinión en una reunión o comer delante de otros.

Especificidad y Contexto

Es importante ser lo más específico posible al identificar estas situaciones, ya que el miedo puede variar considerablemente dependiendo de los detalles del contexto.

Por ejemplo, una persona con miedo a los perros puede sentir mucha más ansiedad ante un perro grande y suelto que ante un cachorro pequeño con correa.

Se deben considerar factores como el lugar, las personas presentes, la hora del día y cualquier otro elemento que pueda influir en la intensidad de la ansiedad experimentada.

Jerarquización de las Situaciones

Una vez identificadas las situaciones temidas, el siguiente paso es ordenarlas en una jerarquía de exposición, desde aquellas que provocan un nivel de ansiedad bajo o moderado hasta aquellas que generan un miedo muy intenso.

Esta jerarquía servirá como guía para la exposición gradual.

Este proceso de identificación no solo proporciona la "materia prima" para la terapia de exposición, sino que también ayuda a la persona a tomar conciencia de la amplitud y las particularidades de sus miedos, lo cual es un primer paso importante hacia el autoconocimiento y el cambio.

La colaboración activa de la persona en este proceso es fundamental para asegurar que la terapia se ajuste a sus necesidades y temores específicos.