Perfiles, Dinámicas y la Nueva Unidad Familiar

Diversidad de Estructuras y la Violencia Post-Separación

La legislación y la sociología moderna han tenido que expandir los límites de lo que consideramos "familia" para adaptar la protección legal a la realidad de las relaciones humanas contemporáneas.

El concepto de violencia intrafamiliar ha trascendido el vínculo consanguíneo o el contrato matrimonial para centrarse en la "unidad de convivencia" o unidad familiar.

Esto implica que la ley ampara situaciones donde no existe necesariamente una pareja romántica, sino una convivencia solidaria donde se genera una dinámica de poder y agresión (por ejemplo, entre compañeros de piso o cuidadores).

Lo que define la violencia no es el acta de matrimonio, sino la dinámica de poder bajo el mismo techo.

Un aspecto crítico es la desvinculación del requisito de cohabitación física para que exista el delito.

La violencia intrafamiliar persiste y a menudo se agrava cuando la unidad física se rompe.

Si una pareja se separa y uno de los miembros ya no reside en el hogar, pero continúa ejerciendo presión psicológica, agresiones verbales o manipulación a través de los hijos, sigue siendo violencia intrafamiliar.

El cese de la convivencia no extingue el riesgo; por el contrario, el agresor utiliza los vínculos remanentes (hijos en común, bienes compartidos) para continuar el ciclo de violencia a distancia, demostrando que el factor determinante es la relación de poder preexistente.

Perfil del Agresor y Factores de Interseccionalidad

En el análisis de los sujetos involucrados, es crucial evitar estereotipos. No existe un "perfil único" de víctima ni de agresor detectable a simple vista; la violencia es transversal a todas las clases sociales y niveles educativos.

Sin embargo, al estudiar al perpetrador, es vital desmontar el mito de la enfermedad mental.

La gran mayoría de los agresores no padecen psicosis ni pierden el contacto con la realidad; son individuos funcionalmente competentes, a menudo con buena imagen pública y éxito laboral ("agresores de puerta hacia afuera").

Su conducta no nace de una patología incontrolable, sino de un sistema de creencias profundamente arraigado que les legitima para controlar, ser servidos y castigar a la pareja si no cumple sus expectativas.

Por el lado de la víctima, aunque cualquiera puede sufrirla, existen factores de "interseccionalidad" que aumentan la vulnerabilidad y dificultan la salida, como la dependencia financiera, la discapacidad, el aislamiento geográfico o el estatus migratorio irregular.

En la evaluación experta, identificar estas barreras es prioritario, ya que una víctima sin red de apoyo y sin recursos enfrenta obstáculos mucho más complejos para romper el vínculo traumático que alguien con autonomía, requiriendo un plan de intervención diferenciado.

Resumen

La ley protege a la "unidad de convivencia" más allá del matrimonio. Es crucial entender que la violencia intrafamiliar persiste e incluso se agrava tras la separación física de la pareja.

No existe un perfil único de agresor detectable a simple vista. La mayoría son personas funcionalmente competentes y sin enfermedades mentales, cuya conducta nace de un sistema de creencias patriarcales y de dominio.

La evaluación debe considerar factores de interseccionalidad que aumentan la vulnerabilidad. Elementos como la dependencia financiera o el aislamiento geográfico dificultan enormemente que la víctima pueda romper el vínculo traumático.