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Lidiar con la agresión sin perder el control

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Lidiar con la agresión sin perder el control


La naturaleza de la agresión y su origen

La agresión no siempre es física; puede manifestarse de forma verbal, emocional o gestual, a través de gritos, interrupciones, acusaciones o un lenguaje corporal intimidante.

Cuando alguien se comunica de forma agresiva, generalmente lo hace desde un lugar de miedo, frustración o necesidad de control.

Este comportamiento, aunque no se justifica, es a menudo un reflejo de su estado emocional interno, no un ataque directo a tu valor como persona.

Entender este origen puede darte una ventaja estratégica, ya que te permite despersonalizar el ataque y responder con calma en lugar de reaccionar impulsivamente.

Cuando te enfrentas a una persona agresiva, tu cuerpo se tensa y se prepara para luchar o huir, pero si respondes con la misma agresividad, solo alimentas el conflicto.

Estrategias para mantener la calma y el control

Para no caer en la trampa de la agresión y mantener el control de la situación, es crucial aplicar las siguientes estrategias:

No te tomes la agresión como algo personal: El primer gran paso es recordar que la agresividad del otro dice más de él que de ti.

Esto te libera de la necesidad de defenderte a toda costa y te permite mantener tu centro emocional.

No respondas con agresión: Es tentador, pero si subes el tono, pierdes autoridad y solo alimentas el caos.

El verdadero poder reside en responder sin igualar el nivel de agresión, manteniendo la firmeza sin perder la calma.

Puedes ser firme en tu posición sin ser agresivo en tu forma de comunicarte.

Establece límites claros: La persona agresiva a menudo se siente con el derecho a invadir el espacio emocional del otro.

Por eso, es esencial marcar tus límites de forma clara y concreta, sin necesidad de discutir.

Puedes usar frases como: "Estoy dispuesto a hablar, pero no si se me grita" o "No acepto que me hables de esta manera, voy a retirarme".

Decirlo con serenidad y sostenerlo con coherencia hace que tu mensaje sea claro y efectivo.

Evita la defensiva y usa preguntas: En lugar de justificarte, que solo enciende más la situación, puedes usar el poder del silencio o hacer preguntas que desvíen la energía del conflicto.

Preguntas como "¿Qué te hace sentir así?" o "¿Qué necesitas realmente en este momento?" pueden abrir una puerta al diálogo.

Regula tu respiración y tu cuerpo: Tu cuerpo tiende a tensarse ante la agresión, y esa tensión alimenta tu estado emocional.

Para contrarrestarlo, relaja los hombros y la mandíbula, y respira de forma lenta y profunda. Esta simple acción física te devuelve el control mental, ya que la mente sigue al cuerpo.

Tu objetivo final no


lidiar con la agresion sin perder el control

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