La Técnica de la Tranquilidad y el Apoyo
En la gestión de conflictos, no todos los clientes están enojados de forma agresiva.
Muchos están simplemente angustiados, estresados o frustrados, y lo que necesitan es ser tranquilizados.
El primer paso para aplicar esta técnica es reconocer las señales de angustia, que pueden ser verbales, no verbales o escritas.
Las señales verbales incluyen un cambio en el tono de voz, en la velocidad del habla, o un lenguaje cortante.
Las no verbales se manifiestan en expresiones faciales, una postura tensa, largas pausas o suspiros.
En la comunicación escrita, las señales pueden ser mensajes muy formales, abruptos o el uso excesivo de mayúsculas y signos de exclamación.
Identificar estas señales a tiempo permite al profesional intervenir antes de que la frustración escale.
Una vez que se reconoce la angustia, el objetivo es calmar al cliente.
Para ello, existen varias técnicas.
La empatía es fundamental, ya que verbalizar la comprensión de la situación ("Entiendo que esto debe ser frustrante para usted") ayuda a que el cliente se sienta escuchado y valorado, lo que frena la escalada emocional.
La tonalidad de voz también juega un papel crucial.
Un tono calmado, firme y sereno transmite control y tranquilidad, haciendo que el cliente se sienta más seguro de que la situación está siendo manejada por alguien competente.
La escucha activa o reflexiva, que implica prestar toda la atención y repetir las palabras del cliente para confirmar la comprensión, es otra herramienta poderosa que demuestra un compromiso genuino con la resolución del problema.
Finalmente, las declaraciones tranquilizadoras, como asegurar al cliente que su problema se toma en serio y que se están haciendo todos los esfuerzos posibles para resolverlo, pueden aliviar su estrés y generar confianza.
Sin embargo, en el proceso de tranquilizar, es fácil caer en ciertas trampas que pueden ser contraproducentes a largo plazo.
Un error común es prometer más de la cuenta o hacer promesas que están fuera de nuestro control.
Por ejemplo, garantizar que un fallo se solucionará en un plazo específico cuando no se tiene certeza, puede crear un desajuste de expectativas que generará una frustración aún mayor si no se cumple.
Ser demasiado optimista con palabras como "seguramente" o "definitivamente" sobre un resultado incierto también es una trampa.
La clave es negociar un equilibrio delicado: tranquilizar al cliente con un apoyo genuino, pero sin comprometer la honestidad ni la verdad.
Resumen
En la gestión de conflictos, no todos los clientes están enojados de forma agresiva; muchos están angustiados y necesitan ser tranquilizados. El primer paso es reconocer las señales de angustia, que pueden ser verbales o no verbales.
Una vez que se reconoce la angustia, el objetivo es calmar al cliente. Para ello, se usa la empatía, un tono de voz calmado y firme, y la escucha activa para demostrar un compromiso genuino.
Es vital evitar prometer más de la cuenta o hacer promesas que no se pueden cumplir. La clave es un equilibrio delicado: tranquilizar con un apoyo genuino, pero sin comprometer la honestidad.
la tecnica de la tranquilidad y el apoyo