Atribución a Acciones Propias. [Es por lo que Hice]
Atribuir los resultados de los acontecimientos a las propias acciones.
Es decir, a factores internos y variables, puede ser una forma de explicación tanto constructiva como perjudicial, dependiendo del grado y la objetividad con que se aplique.
Esta perspectiva reconoce la influencia del comportamiento personal en los desenlaces.
La Vertiente Sana. Responsabilidad y Optimismo Racional
En su forma más adaptativa, pensar que "la responsabilidad es mía por lo que he hecho o no he hecho" puede fomentar un optimismo muy racional y proactivo.
Cuando una persona atribuye sus fracasos o errores a acciones concretas que puede cambiar y sobre las cuales percibe tener control, se abre la puerta al aprendizaje y a la mejora.
Por ejemplo, reconocer "es cierto que no he estudiado suficiente" o "no dediqué el esfuerzo necesario a este proyecto" permite identificar áreas de mejora.
Si se percibe que se tiene control sobre el esfuerzo futuro o la adquisición de conocimientos, esta atribución impulsa a la acción y se convierte en una de las claves de la motivación.
La pregunta "¿Qué puedo hacer la próxima vez?" o "¿Qué necesito aprender para que esto no vuelva a pasar?" surge naturalmente, promoviendo un cambio positivo.
La Excesiva Internalización. Omnipotencia y Culpa Desmedida
Sin embargo, este tipo de pensamiento se vuelve menos sano cuando se cae en una especie de "omnipotencia", donde se asume la culpa absoluta de un problema o fracaso, ignorando la influencia de múltiples factores externos o las acciones de otras personas.
Pensar, por ejemplo, "la culpa de que mi hijo haya acabado así es enteramente mía" o "el negocio fracasó solo por mi culpa" es una generalización que no tiene en cuenta la complejidad de las situaciones.
Estos escenarios suelen estar influenciados por un amplio abanico de circunstancias –como el entorno, decisiones de te
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