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Por qué evitamos las conversaciones difíciles

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Por qué evitamos las conversaciones difíciles


El miedo como motor de la evasión

Las personas evitan las conversaciones difíciles por una serie de miedos que, aunque comprensibles, a la larga solo empeoran la situación.

El principal motivo de la evasión es el miedo a herir a la otra persona o a ser herido.

Creemos que, al no confrontar el problema, estamos protegiendo los sentimientos de los demás, pero en realidad, estamos sacrificando la honestidad y la posibilidad de una solución real.

Esta evitación es una estrategia de autoprotección que nos mantiene a salvo de la incomodidad, pero nos priva del crecimiento que viene con la confrontación constructiva.

Otro miedo común es el de que la situación se descontrole o que el conflicto escale y se rompa la relación.

La gente teme que sus palabras puedan provocar una reacción emocional incontrolable o que la relación se dañe de forma irreparable.

Sin embargo, el problema con esta mentalidad es que un conflicto no abordado no desaparece; se enconcha, genera resentimiento y termina estallando de forma más dañina.

Una conversación difícil es un acto de valentía y respeto, no una guerra.

Las consecuencias de la postergación

Postergarlas solo agrava el conflicto con el tiempo. El resentimiento y la frustración se acumulan silenciosamente, deteriorando la confianza y la conexión emocional.

El hecho de que evites hablar de algo no significa que la otra persona no lo sienta.

La energía del conflicto se siente en la relación a través del silencio, la distancia o los ataques pasivos, incluso si no se pronuncian las palabras.

Cuando finalmente el problema estalla, el daño es mayor y la reparación es más difícil.

Para enfrentar esta tendencia, es vital reconocer que la evitación no es una solución.

La madurez radica en entender que, aunque sea incómodo, abordar un problema a tiempo es la mejor manera de mantener una relación sana y de evitar que un problema se vuelva más grande de lo que realmente es.

Al hacerlo, no solo demuestras respeto por ti mismo, sino también por la otra persona y por la relación.

Se trata de una habilidad de liderazgo que te permite dejar de reaccionar impulsivamente a las provocaciones para empezar a responder con calma e inteligencia.<


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