Movimiento y Ejercicio para la Neuroplasticidad
Beneficios del Ejercicio Rítmico en la Corteza Prefrontal
El ejercicio físico, en el contexto de la recuperación del abuso narcisista, trasciende la estética o la salud cardiovascular; se convierte en una herramienta de neuro-rehabilitación. El abuso prolongado daña la corteza prefrontal y el hipocampo.
Para contrarrestar esto, se prescriben ejercicios que involucren patrones rítmicos y repetitivos, como caminar a paso ligero, correr o subir escaleras.
La predictibilidad y el ritmo de estas actividades envían señales de seguridad al tronco encefálico, contrarrestando el caos y la imprevisibilidad que caracterizaron el entorno abusivo.
Biológicamente, tras los primeros 10 minutos de actividad —donde puede haber una resistencia inicial—, se produce una liberación de factores neurotróficos y endorfinas que "bañan" el cerebro, reduciendo los niveles de cortisol neurotóxico y promoviendo la neurogénesis (crecimiento de nuevas neuronas) en áreas dañadas por el estrés.
Prácticas de Integración Psicosomática: Yoga y Tai Chi
Más allá del ejercicio aeróbico, disciplinas milenarias como el Yoga y el Tai Chi ofrecen una vía para la reintegración mente-cuerpo.
El trauma a menudo deja a la víctima desconectada de su propia fisicalidad (disociada).
El Yoga, mediante asanas (posturas) y control respiratorio, permite recuperar la flexibilidad no solo física, sino mental, reduciendo la rigidez ansiosa.
Por su parte, el Tai Chi, descrito como una "meditación en movimiento", se enfoca en el equilibrio y la fluidez.
Sus movimientos lentos y controlados requieren una atención plena que silencia la rumiación mental y promueve una claridad cognitiva.
Estas prácticas no son competitivas; son actos de auto-escucha que restauran la soberanía sobre el propio cuerpo, un territorio que fue invadido simbólica o literalmente durante el abuso.
Liberación de Energía Estancada a través del Movimiento
Desde una perspectiva somática y bioenergética, las emociones se conceptualizan como "energía en movimiento" (e-moción).
El trauma induce una respuesta de congelación donde esta energía de supervivencia queda atrapada en el tejido fascial y nervioso, generando síntomas de ansiedad estática o depresión.
La inmovilidad perpetúa el trauma; por tanto, el movimiento consciente es el antídoto.
Se alienta al individuo a permitir que su cuerpo exprese lo que la mente suprimió.
Esto no requiere coreografías complejas; puede ser tan simple como sacudir las extremidades, bailar libremente o realizar micro-estiramientos a lo largo del día.
Al movilizar el cuerpo, se "licúa" el estado de congelación, permitiendo que las emociones atrapadas (miedo, ira) completen su ciclo y sean liberadas, restaurando el flujo natural y la vitalidad del organismo.
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