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La preocupación: el sentimiento que inmoviliza el presente

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La preocupación: el sentimiento que inmoviliza el presente


La preocupación es otro estado mental que puede robarnos una gran cantidad de energía y bienestar. Algunos autores distinguen claramente entre 'preocuparse' y 'ocuparse'.

Preocuparse es un acto mental que nos inmoviliza en el presente por cosas que podrían suceder en el futuro. Ocuparse, en cambio, es actuar en el presente para prepararse o influir en ese futuro.

La preocupación es endémica en nuestra cultura

Es un sentimiento aceptado socialmente y transmitido culturalmente. A menudo, se confunde con ser una persona responsable o previsora.

Sin embargo, debemos tener claro que la preocupación, por sí misma, es inútil. Ni un solo momento de preocupación ha logrado jamás mejorar las cosas.

Por el contrario, la preocupación tiene un efecto muy negativo: anula nuestra eficacia en el presente.

Cuando nuestra mente está atrapada en un bucle de '¿y si pasa esto?' o '¿y si ocurre aquello?', no podemos concentrarnos en lo que tenemos que hacer aquí y ahora.

Nuestra energía mental se malgasta en escenarios hipotéticos que, en su mayoría, nunca llegarán a ocurrir.

El escritor Mark Twain lo expresó de forma brillante: 'He tenido miles de problemas en mi vida, la mayoría de los cuales nunca sucedieron en realidad'.

Esta frase captura perfectamente la naturaleza de la preocupación. Es un mal uso de nuestra imaginación.

Nos hace sufrir por adelantado por cosas que probablemente no pasarán. O que, si pasan, requerirán acción, no preocupación.

El primer paso para gestionarla es entender su inutilidad y el alto coste que tiene para nuestra paz mental y nuestra productividad.

Resumen

La preocupación consume energía y bienestar sin aportar soluciones reales. A diferencia de 'ocuparse', que implica acción, preocuparse nos inmoviliza y nos saca del presente, afectando nuestra eficacia y concentración.

En nuestra cultura, la preocupación suele verse como una señal de responsabilidad, pero es una emoción improductiva. Nos perdemos en pensamientos futuros y ficticios, lo que nos impide actuar con claridad en el presente.

Frases como la de Mark Twain reflejan bien este fenómeno: la mayoría de nuestros miedos nunca ocurren. La clave para combatir la preocupación es reconocer su inutilidad y redirigir esa energía hacia la acción concreta.


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