Revisar las creencias para transformar el malestar emocional
En el camino hacia una mejor salud emocional, resulta clave examinar las ideas profundas que cada persona mantiene sobre sí misma, sobre los demás y sobre el mundo.
Estas creencias no siempre son racionales ni realistas, pero al repetirse con el tiempo, terminan funcionando como filtros que distorsionan la percepción.
Cuando una de estas creencias contribuye al sufrimiento, es necesario observarla con atención, cuestionarla y verificar si realmente representa una verdad o solo una interpretación aprendida.
Uso del método socrático
Una herramienta útil para analizar las creencias personales es el cuestionamiento socrático. Esta técnica, inspirada en el estilo de enseñanza del filósofo Sócrates, invita a reflexionar mediante preguntas que fomentan el pensamiento crítico.
En lugar de asumir que una idea es cierta solo porque ha estado presente mucho tiempo, se propone indagar desde distintos ángulos para permitir nuevas formas de ver la situación. El objetivo no es convencer a la fuerza, sino abrir caminos hacia una comprensión más amplia y menos rígida.
Evaluar la base real de la creencia
Una vez identificada una creencia limitante, el siguiente paso es preguntarse si hay pruebas concretas que la respalden.
Por ejemplo, si alguien cree que «nunca hace nada bien», es útil revisar hechos específicos: ¿existen situaciones en las que ha actuado con eficacia o ha sido reconocido por su esfuerzo? En muchos casos, estas creencias se sostienen más en emociones intensas que en datos objetivos.
También es fundamental analizar si se está ignorando información relevante que podría contradecir esa creencia. Quedarse solo con los ejemplos negativos y pasar por alto los positivos refuerza un sesgo que alimenta la insatisfacción personal.
Identificar distorsiones y suposiciones
Las creencias dañinas suelen estar acompañadas por pensamientos absolutistas o catastrofistas. Frases como «nadie me entiende» o «todo me sale mal» reflejan una tendencia a generalizar sin matices.
En lugar de asumir que un conflicto con un compañero de trabajo refleja el rechazo de todas las personas, es útil considerar que se trata de una experiencia aislada, no de una regla universal.
Además, es frecuente que se sostengan ideas basadas en suposiciones no verificadas. Por ejemplo, pensar que «todos me juzgan» puede ser una conclusión apresurada a partir de una mirada o un comentario puntual. Cuestionar estas inferencias permite devolverles una proporción adecuada y reducir su impacto emocional.
Explorar el origen y la función de la creencia
Muchas ideas que hoy parecen incuestionables fueron adoptadas en etapas tempranas de la vida, a menudo como resultado de mensajes repetidos por figuras de autoridad.
Creencias como «debo ser perfecto para que me quieran» o «no está bien mostrar debilidad» pueden haberse aprendido en la infancia y mantenerse activas en la vida adulta, aun cuando ya no sean útiles.
Reflexionar sobre su origen ayuda a distinguir si estas creencias responden a una elección consciente o si simplemente se repitieron sin cuestionamiento. Asimismo, conviene preguntarse si esa idea favorece el crecimiento personal o, por el contrario, actúa como un freno emocional.
Cuestionar las propias creencias no significa rechazar todo lo vivido, sino abrirse a nuevas posibilidades de interpretación que favorezcan el bienestar y una relación más amable consigo mismo.
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