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Reestructuración cognitiva, relajación, exposición gradual, entre otras

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Reestructuración cognitiva, relajación, exposición gradual, entre otras


Uno de los aspectos clave en la terapia cognitivo-conductual (TCC) para tratar la depresión es la identificación y modificación de las distorsiones cognitivas.

Estas son interpretaciones erróneas de la realidad que generan malestar emocional y conductas desadaptativas. Son pensamientos automáticos negativos que la persona asume como ciertos, aunque no lo sean, y que intensifican los síntomas depresivos. Las personas con depresión suelen tener una visión negativa de sí mismas, del mundo y del futuro. Esta triada cognitiva se manifiesta en pensamientos como: «No valgo nada», «Nadie me quiere» o «Nunca voy a salir de esto».

Estas ideas no surgen de la realidad objetiva, sino de un filtro mental distorsionado por la propia condición emocional. Una de las distorsiones más comunes es la sobregeneralización, que consiste en sacar conclusiones amplias a partir de un solo hecho negativo.

Por ejemplo, si algo sale mal, la persona puede pensar: «Todo me sale mal» o «Nunca haré nada bien». Otro tipo frecuente es la catastrofización, donde se exagera lo negativo: «Esto es terrible, no voy a poder soportarlo». También está el pensamiento dicotómico, en el que se percibe todo como blanco o negro: «O soy perfecto o soy un fracaso». Otra distorsión común es la lectura de mente, cuando la persona asume que sabe lo que otros piensan de ella sin tener evidencia.

Por ejemplo: «Estoy segura de que todos creen que soy inútil». También se da la descalificación de lo positivo, donde cualquier cosa buena que ocurre se minimiza: «Eso fue suerte, no por mí».

Estas distorsiones cognitivas no solo afectan el pensamiento, sino que también impactan en las emociones. Al interpretar los hechos de forma negativa, la persona experimenta tristeza, culpa, desesperanza o ansiedad.

Estas emociones, a su vez, refuerzan los pensamientos distorsionados, creando un círculo vicioso difícil de romper sin intervención terapéutica.

En la práctica clínica, una herramienta útil para trabajar estas distorsiones es el registro de pensamientos. El paciente anota una situación que le generó malestar, los pensamientos que tuvo, las emociones que sintió, y luego identifica qué distorsión estaba presente. Posteriormente, se le enseña a cuestionar ese pensamiento y sustituirlo por uno más racional y equilibrado.

Por ejemplo, si una persona escribe: «Mi amiga no me contestó el mensaje, seguro está molesta conmigo», se analiza qué evidencia apoya o refuta esa idea. Tal vez se llega a una alternativa más realista: «Puede estar ocupada, no necesariamente está enojada conmigo».

Esta nueva interpretación suele disminuir la intensidad emocional asociada. El reconocimiento de las distorsiones cognitivas es una parte esencial del proceso terapéutico. Permite al paciente tomar distancia de sus pensamientos, entender que no todo lo que piensa es un hecho y comenzar a desarrollar un estilo de pensamiento más saludable. La intervención se adapta al ritmo de cada persona, reforzando con ejemplos y ejercicios que faciliten la comprensión.


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