Las necesidades nutricionales del niño sano
Los requerimientos de todos los nutrientes durante la infancia, aumentan proporcionalmente al crecimiento del cuerpo, el desarrollo de los huesos, músculos y órganos, así como al ejercicio físico que realicen. Las necesidades individuales dependen de diversos factores como la talla, la edad, la actividad física, y el metabolismo del niño o la niña. Hasta los diez años, edad aproximada en la que se inicia el desarrollo y la maduración sexual, las necesidades nutricionales de niños y niñas son similares.
Necesidades de energías
Durante la etapa de la lactancia materna absoluta, que debe prolongarse hasta los seis meses de vida, la lactosa, hidrato de carbono principal contenido en la leche materna, proporciona el 40% del total de la energía, mientras las grasas, principalmente en forma de triglicéridos, aportan entre el 40% y el 50% de la energía total necesaria.
La introducción progresiva de otros alimentos hasta los doce meses, no debe superar las ingestas de energía que continúa aportando la leche materna o artificial. No se debe añadir sal ni azúcar ni miel, a ninguno de los alimentos incorporados.
A partir del año de vida deben planificarse cinco comidas al día y deben dosificarse las ingestas de energías, considerando dos comidas principales, y tres más ligeras. Los requerimientos energéticos de los niños por cada kilogramo de peso, son muy superiores a los de un adulto, téngase en cuenta, que un niño en edad preescolar requiere como promedio, entre 80 y 100 kilocalorías diarias por cada kilogramo de peso, mientras los adultos requieren como promedio, entre 30 y 40 kilocalorías diarias por cada kilogramo de peso. Tales valores se justifican por las necesidades energéticas necesarias para respaldar los procesos de crecimiento y desarrollo del niño.
A partir de los dos años de edad, el porciento de energías aportadas por las proteínas, los lípidos e hidratos de carbono a la dieta del niño, se deben aproximar a los porcientos recomendados para la etapa adulta, que son: el de las proteínas entre un 10% y un 15%, el de lípidos entre un 30% y un 35%, y el de los hidratos de carbono entre un 50% y un 55% del total de las energías demandadas.
Necesidades de proteínas
Durante la lactancia materna absoluta, las proteínas contenidas en la leche, intervienen en la digestión de lípidos e hidratos de carbono complejo, favorecen la absorción de minerales y vitaminas, como calcio, zinc, hierro y folatos, participan en la actividad antimicrobiana, estimulan la flora intestinal, e inducen el crecimiento y maduración del tracto gastrointestinal.
A partir de los seis meses de vida, con el paulatino incremento de la alimentación complementaria, se comienzan a introducir proteínas de origen animal, debiéndose cumplir las siguientes pautas:
- Se recomienda introducir primero alimentos de sabor más suave, como pollo o ternera, más adelante conejo, cerdo, etc.
- Se debe iniciar el consumo de pescado entre los seis y ocho meses, con aquellos de carne blanca, como merluza, lenguado o gallo, después del año, introducir el pescado azul de pequeño tamaño.
- El pez espada, el tiburón y el atún rojo, no se deben ofrecer hasta después de los tres años, por las concentraciones de mercurio que presentan.
- Se recomienda introducir la yema de huevo a partir de los nueve meses y la clara después del año de vida.
Las vísceras no se recomiendan. Se pueden ofrecer solo de manera esporádica después del primer año de vida. Por lo general, durante la infancia sólo corren riesgo de padecer deficiencias proteicas los niños sometidos a dietas vegetarianas, los que sufren de algunas patologías, y los que proceden de familias con reducidos recursos económicos o disfuncionales.
Necesidades de lípidos
Durante la lactancia materna absoluta, la leche aportará el 98% de la grasa en forma de triglicéridos, estos por su estructura se absorben mejor que las leches artificiales. El resto de los lípidos son fosfolípidos, ácidos grasos libres, colesterol, y vitaminas liposolubles, imprescindibles para la síntesis proteica y la conducción de los impulsos nerviosos. Los niveles de ácidos grasos poliinsaturados dependen de las ingestas maternas. Los lípidos, desempeñan funciones estructurales en la formación de membranas y participan en la síntesis de neurotransmisores, entre otras.
A partir de los dos años de edad los lípidos deben aportar entre un 30% y un 35% del total de la energía proporcionada por la dieta. Se recomienda que ese aporte se obtenga de los diferentes tipos de grasas en las siguientes proporciones:
- Aproximadamente entre el 15% y 20% de ácidos grasos monoinsaturados, mayormente obtenidos del aceite de oliva.
- Entre un 7% y un 8% de los ácidos grasos saturados, procedentes de la leche entera, la mantequilla, las carnes grasas, etc.
- Entre un 7% y un 8% de los ácidos grasos poliinsaturados procedentes principalmente de los pescados azules y los frutos secos.
Necesidades de hidratos de carbono
Durante la etapa de lactancia materna absoluta, la lactosa contenida en la leche materna aporta el 40% del total de la energía que necesita el bebé, además favorece la colonización intestinal por el lactobacillus bífidus, bacteria que reside en el colon, contribuye en la digestión, y está asociada con una menor incidencia epidemiológica de las alergias.
Entre los cuatro y los seis meses de vida, se le comienzan a ofrecer al niño, además de la leche materna, carbohidratos complejos, contenidos en los cereales sin gluten, como el maíz o el arroz, bien mezclados con agua, con leche adaptada o con leche materna, se recomienda darlos con cucharita, en lugar de biberón para evitar las ingestas excesivas. Después se deben introducir los cereales con gluten como el trigo, la avena, cebada y el centeno, siempre antes de los siete meses, para reducir los riesgos de desarrollar celiaquía.
Los carbohidratos simples, como el azúcar de mesa y la miel, no se deben introducir en la dieta del niño antes de cumplir el primer año de vida.
Los hidratos de carbono deben constituir el aporte calórico mayoritario de la dieta, representando entre el 50% y el 55% de la energía total ingerida. Los carbohidratos recomendados son los complejos, como el arroz, maíz, pastas, pan, legumbres, patatas, y verduras.
Necesidades de agua
Mientras dura la lactancia materna exclusiva no es necesario brindar agua. Solo después de iniciar la alimentación complementaria debemos dar agua al bebé, las cantidades demandadas son muy variables, por lo que se recomienda ofrecer agua varias veces al día y será el propio niño el que regule la cantidad a ingerir en cada momento.
A partir del año el niño debe ingerir entre uno y un litro y medio de líquidos, preferentemente agua, esta demanda puede ser superior si presenta vómitos, diarreas, fiebre o temperatura ambiente muy alta.
Los responsables de los niños, deben estar atentos para garantizar que éstos se hidraten correctamente, sobre todo durante la realización de actividades físicas colectivas. En estas edades los pequeños prefieren posponer la satisfacción de cualquier necesidad fisiológica, para no apartarse del juego.
El agua es esencial durante cualquier etapa de la vida, entre sus principales funciones se encuentran:
- Participar en la digestión de nutrientes y en el transporte de éstos a las células.
- Regular la temperatura corporal.
- Eliminar los productos de desecho a través de la orina.
Necesidades de minerales y vitaminas
Las vitaminas y minerales, aunque no aportan energía al organismo, son imprescindibles para realizar importantes funciones catalizadoras en el metabolismo, que constituyen la base de la vida a escala molecular y permiten las diversas actividades de las células, como crecer, reproducirse, mantener sus estructuras, y responder a estímulos, entre otras.
Las vitaminas pueden ser fácilmente destruidas debido a su alta sensibilidad ante diferentes agentes físicos y químicos, como calor, luz, oxidantes, reductores, humedad, ácidos y bases. Por esa razón pueden sufrir pérdidas durante los procesos culinarios, sobre todo si son sometidos los alimentos al cocido prolongado, siendo la vitamina c, el ácido fólico y la vitamina b1, las más sensibles. Los minerales no son destruidos o alterados por el calor, el oxígeno o los ácidos, únicamente pueden perderse en el agua de lavado de los alimentos cuando ésta no se consume.
La mayor parte de las vitaminas y minerales no se pueden almacenar en el organismo y es por ello que se deben tomar de forma habitual, a partir de la alimentación diaria. Durante la infancia son muy graves las
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