Estrategias para no ser [secuestrado] por tus emociones
Comprendiendo el "Secuestro Amigdalar"
El término "secuestro amigdalar", acuñado por Daniel Goleman, describe ese momento en que una emoción intensa; típicamente ira o miedo; inunda nuestro cerebro y anula nuestra capacidad de pensar racionalmente.
La amígdala, nuestro centro de respuesta rápida, toma el control, y nos lleva a decir o hacer cosas de las que, una vez que la tormenta emocional pasa y el córtex prefrontal recupera el mando, solemos arrepentirnos profundamente.
La autogestión eficaz consiste en desarrollar estrategias para prevenir o, al menos, acortar la duración de estos secuestros.
Estrategia 1. Darse Cuenta Rápidamente (Metaconciencia)
La habilidad más crucial para evitar el secuestro es la metaconciencia, es decir, la capacidad de darnos cuenta de que estamos empezando a sentirnos secuestrados.
Cuanto antes detectemos la escalada de la emoción, más poder tendremos para intervenir.
Esto requiere práctica en la auto-observación.
Estrategia 2. Aprender tus Señales de Advertencia
Cada persona tiene sus propias señales fisiológicas que anuncian una tormenta emocional inminente.
Aprender a reconocer estas señales de advertencia es como instalar un sistema de alerta temprana.
Para algunos, puede ser un nudo en el estómago, un calor que sube por el pecho, una tensión repentina en la mandíbula o los hombros, o un ritmo cardíaco que se acelera.
Tómate el tiempo para identificar cuáles son tus señales personales para la ira, la ansiedad o el miedo.
Al reconocerlas, ganas unos segundos preciosos para actuar.
Estrategia 3. Usar el "Botón de Pausa"
Una vez detectada la señal, la estrategia inmediata es activar tu "Botón de Pausa" mental.
Como hemos visto, esta es una técnica de visualización para interrumpir el patrón automático.
Imagina pulsar un gran botón que detiene la reacción en seco.
Este acto mental crea un espacio, una pausa vital entre el impulso y la acción.
Estrategia 4. Desafiar la Historia que te Cuentas
El secuestro emocional se alimenta de una narrativa interna, una historia que nos contamos sobre la situación, a menudo catastrófica o absolutista ("¡Esto es intolerable!", "¡Siempre me hacen lo mismo!").
En la pausa que has creado, desafía activamente esa historia.
Pregúntate: "¿Es esta interpretación 100% cierta?", "¿Hay alguna otra forma de ver esto?", "¿Estoy sacando conclusiones precipitadas?".
Cuestionar la narrativa que alimenta la emoción es a menudo suficiente para reducir su intensidad y devolver el control a tu mente racional, permitiéndote elegir una respuesta más sabia y constructiva.
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