El lugar del lenguaje y la falta en la elaboración del duelo
La elaboración del duelo no puede comprenderse únicamente como una respuesta emocional a la pérdida de alguien o algo significativo. Desde la perspectiva del psicoanálisis estructural, el duelo se entrelaza con la constitución misma del sujeto humano, atravesada por el lenguaje y por una serie de faltas que lo estructuran desde antes de cualquier experiencia concreta.
Comprender el lugar del lenguaje y la función de la falta permite abordar el duelo más allá de la pérdida real, revelando su resonancia con el modo en que estamos hechos psíquicamente.
El lenguaje como estructura de la subjetividad
La subjetividad humana no surge de manera espontánea se construye a partir de la entrada en el lenguaje. No somos simplemente seres biológicos que luego aprendemos a hablar, sino que nos constituimos como sujetos en la medida en que somos hablados por una lengua que nos antecede. Esto significa que el lenguaje no solo comunica, sino que organiza el pensamiento, estructura la identidad y delimita los vínculos con los demás.
Cada palabra que pronunciamos o escuchamos lleva consigo una carga simbólica, social e inconsciente que nos representa, nos nombra y también nos separa. En este sentido, el lenguaje introduce una escisión: nunca podemos decirlo todo, ni ser completamente lo que decimos.
Esta imposibilidad de coincidencia plena entre el ser y el lenguaje marca una carencia estructural que define lo humano. Por eso, hablar de duelo no es solo hablar de dolor por lo perdido, sino de cómo ese dolor se inscribe en un sujeto ya constituido por la pérdida.
Las «faltas constitutivas» del ser humano y su relación con el duelo
Antes de cualquier pérdida concreta, ya estamos marcados por dos grandes carencias fundamentales: la imposibilidad de apropiarse del lenguaje (porque siempre es ajeno, nos precede y nunca es completamente nuestro) y la condición de ser seres sexuados, es decir, seres para los que la reproducción y la muerte son realidades inevitables.
Estas «faltas constitutivas» —la del lenguaje y la de la inmortalidad— están en la base de la experiencia subjetiva. Vivir, amar, aprender, desear, todo ello está atravesado por la imposibilidad de tenerlo todo, de ser completos, de dominar el tiempo o el sentido.
Por eso, cuando ocurre una pérdida real, como una muerte o una ruptura, esta activa y actualiza en nosotros esa carencia primera: no solo perdemos al otro, sino que volvemos a encontrarnos con lo que siempre nos ha faltado.
Cómo una pérdida concreta activa las pérdidas inconscientes fundamentales
Una pérdida en la realidad (un ser querido, una relación, un rol) puede tener un impacto mayor del esperado porque no se trata solo de lo que se pierde afuera, sino de lo que eso representa dentro del aparato psíquico.
Esa pérdida remueve algo más profundo: una herida
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