Factores que inciden en la aparición de la depresión en niños y adolescentes
La depresión en la infancia y adolescencia es el resultado de una compleja interacción de factores biológicos, psicosociales y culturales. Lejos de tratarse de una única causa, se trata más bien de un entramado de elementos que convergen en distintos grados según el individuo, su entorno y su historia personal y familiar. A continuación, se describen los principales factores implicados.
Factores biológicos: antecedentes familiares y genética
La predisposición biológica es un componente fundamental en la aparición de la depresión.
Se ha evidenciado que los hijos de padres que han padecido trastornos depresivos presentan un riesgo significativamente mayor de desarrollar síntomas depresivos, en comparación con la población general.
Esta tendencia familiar se explica en parte por la carga genética compartida, pero también por los modelos de afrontamiento emocional y de crianza que se transmiten intergeneracionalmente.
Estudios recientes, muchos de ellos longitudinales, han seguido durante décadas a familias con historial depresivo, observando cómo los síntomas se manifiestan desde edades tempranas, incluso en niños menores de tres años.
Esta evidencia refuerza la necesidad de una evaluación clínica completa cuando hay antecedentes familiares de depresión, especialmente en presencia de otros signos clínicos como alteraciones del sueño, apetito, irritabilidad o pérdida de interés en el juego.
Factores psicosociales: violencia, pobreza, desescolarización y pandemia
Las condiciones sociales adversas desempeñan un papel determinante en la salud mental infantil.
La pobreza, la violencia intrafamiliar, el desplazamiento forzado, la desescolarización y el abandono son factores que no solo incrementan el estrés emocional, sino que también minan el desarrollo emocional y cognitivo del menor. Durante la pandemia de COVID-19, por ejemplo, se evidenció un aumento significativo en los síntomas depresivos entre niños y adolescentes.
El aislamiento, la interrupción de la rutina escolar, la pérdida de vínculos sociales y, en muchos casos, la exposición prolongada a ambientes familiares conflictivos o negligentes contribuyeron a esta crisis silenciosa en salud mental.
En muchos paises se destaca la vulnerabilidad de poblaciones desplazadas y víctimas del conflicto armado, donde los cuadros de depresión en la infancia suelen ir acompañados de trastornos de ajuste, ansiedad y estrés postraumático. En estos contextos, la intervención temprana y psicosocial cobra especial importancia para romper el ciclo de sufrimiento psíquico.
Factores culturales y territoriales: diferencias por región y entorno
La percepción, expresión y manejo de la depresión también varían según el entorno cultural y geográfico. En regiones rurales, por ejemplo, históricamente se ha minimizado el sufrimiento emocional, lo que ha generado una subestimación de los síntomas depresivos y una baja tasa de consulta.
Asimismo, ciertas culturas pueden mostrar mayor rechazo o estigmatización frente a la enfermedad mental, dificultando el acceso oportuno a los servicios de salud. Estas diferencias exigen una mirada intercultural sensible, capaz de reconocer las particularidades del territorio y de adaptar las estrategias de intervención de forma contextualizada.
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