Epidemiología y prevalencia
La depresión perinatal es una de las condiciones de salud mental más comunes y menos diagnosticadas en mujeres en edad reproductiva. A nivel global, se estima que al menos 1 de cada 5 mujeres experimenta un trastorno depresivo o de ansiedad durante el periodo perinatal, que comprende desde el embarazo hasta el primer año después del parto.
Esta prevalencia convierte a la depresión perinatal en un problema de salud pública con consecuencias no solo para la madre, sino también para el desarrollo físico, emocional y cognitivo del recién nacido, así como para la economía familiar y los sistemas de salud. Durante el embarazo, los estudios muestran que entre un 10% y un 16% de las mujeres presentan depresión mayor en algún momento.
Sin embargo, si se consideran síntomas subclínicos o episodios depresivos leves, este porcentaje puede aumentar considerablemente, alcanzando hasta el 70% de mujeres que manifiestan síntomas depresivos transitorios.
Estas cifras reflejan una necesidad urgente de mejorar las estrategias de detección y seguimiento durante el control prenatal y posnatal. La situación se agrava en países de ingresos medios y bajos, donde los factores estructurales y contextuales aumentan significativamente la vulnerabilidad de las madres. Mientras que en países de altos ingresos la prevalencia de depresión postparto oscila entre el 10% y el 15%, en regiones de menores ingresos puede llegar al 22%, y alcanzar incluso el 26% en madres adolescentes.
Este porcentaje sube a un 30% en mujeres con antecedentes depresivos y hasta el 52% en aquellas con antecedentes de trastorno afectivo bipolar, lo que pone en evidencia la gravedad del problema en poblaciones en situación de riesgo.
Factores que incrementan la incidencia: adolescencia, antecedentes psiquiátricos, condiciones socioeconómicas
Numerosos factores individuales, sociales y clínicos influyen en la aparición de depresión perinatal. Entre los principales determinantes de riesgo, destacan:
- La adolescencia: Ser madre a una edad temprana conlleva mayores niveles de estrés, inmadurez emocional y en muchos casos, ausencia de una red de apoyo estable. Esto eleva considerablemente la incidencia de síntomas depresivos, agravados por el aislamiento o la presión social.
- Antecedentes psiquiátricos personales o familiares: Las mujeres con historia previa de depresión, trastornos de ansiedad o trastornos bipolares presentan una mayor probabilidad de recaída durante el embarazo o el puerperio. Se estima que hasta el 50% de las mujeres que han tenido un episodio depresivo en el pasado pueden volver a experimentarlo en el embarazo.
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