Depresión Mayor
La depresión mayor es un trastorno afectivo grave que se manifiesta a través de episodios depresivos que duran al menos dos semanas. Durante este tiempo, la persona experimenta una alteración significativa de su estado de ánimo, acompañada de síntomas que afectan tanto su esfera emocional como física.
No se trata de una tristeza pasajera, sino de una condición clínica que provoca un desgaste físico y mental notable, interfiriendo en su capacidad para funcionar en la vida diaria.
Este trastorno puede aparecer en cualquier etapa de la vida, y si bien en algunos casos se presenta con una causa identificable, en muchos otros surge sin un detonante claro.
La persona puede sentir que ha perdido el interés o el placer por actividades que antes disfrutaba, tener una sensación constante de vacío, y experimentar fatiga persistente incluso sin haber realizado esfuerzos significativos.
Criterios diagnósticos básicos
Para diagnosticar un episodio de depresión mayor, el DSM-5 establece que deben presentarse al menos cinco síntomas específicos durante un periodo mínimo de dos semanas.
Uno de estos síntomas debe ser necesariamente el estado de ánimo deprimido o la pérdida de interés o placer. Los síntomas restantes incluyen:
- Cambios en el apetito o el peso corporal.
- Insomnio o hipersomnia.
- Agitación o enlentecimiento psicomotor.
- Fatiga o pérdida de energía casi todos los días.
- Sentimientos de inutilidad o culpa excesiva.
- Dificultad para pensar, concentrarse o tomar decisiones.
- Pensamientos recurrentes de muerte o suicidio.
Estos síntomas deben representar un cambio respecto al funcionamiento previo del individuo y provocar una afectación del funcionamiento global, ya sea en el ámbito social, laboral o familiar.
Además, se excluyen causas orgánicas o inducidas por sustancias como origen primario del trastorno.
Evolución y recaídas
Uno de los retos clínicos más importantes en la depresión mayor es su curso evolutivo. Aunque muchas personas responden favorablemente al tratamiento inicial, las recaídas son frecuentes.
Se estima que entre el 50% y el 85% de quienes experimentan un episodio depresivo mayor tendrán al menos otro episodio en el futuro si no se realiza un tratamiento continuo.
En muchos casos, las recaídas pueden ocurrir entre 4 y 9 meses después de una aparente mejoría. Esto subraya la importancia de no suspender el tratamiento de forma precipitada.
Aquí entra en juego la terapia de mantenimiento, cuyo objetivo es prevenir nuevas crisis mediante una combinación de psicoterapia, intervención psicosocial y, en muchos casos, tratamiento farmacológico sostenido. Es fundamental comprender que la recuperación de la depresión mayor no es lineal, y que el proceso puede incluir períodos de altibajos.
Por ello, el seguimiento terapéutico no debe cesar cuando el paciente «se siente mejor», sino que debe mantenerse con el fin de consolidar el bienestar emocional y prevenir una nueva descompensación.
La depresión mayor, si bien es una condición severa, puede ser tratada y gestionada eficazmente con una intervención oportuna, adecuada y continua. El compromiso con el tratamiento a largo plazo y el apoyo profesional son clave para una evolución favorable.
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