Automedicación como fenómeno social y clínico
La automedicación es una práctica cada vez más común ante el sufrimiento psíquico, especialmente en casos de depresión. Muchas personas, ante la dificultad de acceder a atención especializada o por el estigma que aún rodea a los trastornos mentales, optan por «soluciones rápidas», recurriendo a medicamentos sin la debida prescripción médica.
Esta conducta incluye el uso de antidepresivos, ansiolíticos o hipnóticos recomendados por familiares, amigos, redes sociales o incluso antiguos tratamientos propios, sin considerar los riesgos que esto implica.
Una respuesta a barreras estructurales y culturales
Desde una perspectiva social, la automedicación puede entenderse como una forma de afrontamiento ante obstáculos como la falta de cobertura en salud mental, listas de espera largas, desinformación y miedo al diagnóstico psiquiátrico.
A esto se suma la medicalización del malestar emocional cotidiano, lo que lleva a trivializar los tratamientos psiquiátricos y a utilizarlos sin seguimiento adecuado. En muchos contextos, la automedicación con psicofármacos ha dejado de verse como una conducta de riesgo y se ha normalizado, lo que aumenta su peligrosidad.
Riesgos clínicos de la automedicación
En el ámbito clínico, la automedicación es especialmente riesgosa en los cuadros depresivos graves. Como se explicó en la ponencia, el diagnóstico de depresión requiere evaluar síntomas afectivos (tristeza, anhedonia), cognitivos (desesperanza, pensamientos suicidas), somáticos (alteraciones del sueño y apetito) y conductuales.
El uso inadecuado de psicofármacos —en dosis bajas, durante poco tiempo o sin el fármaco apropiado— puede enmascarar la sintomatología, dificultar el diagnóstico, aumentar la resistencia al tratamiento y, en algunos casos, agravar el riesgo suicida.
Impacto sobre el tratamiento de la depresión refractaria
La automedicación puede interferir significativamente en el tratamiento de la depresión refractaria, aquella que no mejora con al menos dos tratamientos farmacológicos adecuados. Estos casos suelen requerir intervenciones más complejas como estrategias de aumentación, terapia electroconvulsiva o estimulación magnética transcraneal.
Cuando un paciente ha tomado por su cuenta varios medicamentos o ha interrumpido tratamientos, es más difícil trazar un plan terapéutico claro y eficaz. También pueden presentarse interacciones medicamentosas o efectos adversos acumulados que complican aún más el manejo clínico.
Suplementos y alternativas «naturales»: ¿una falsa solución?
Muchas personas, al desconfiar de los psicofármacos o buscando opciones «más naturales», recurren al magnesio, triptófano, vitamina B o suplementos como la SAMe. Si bien algunos de estos compuestos han sido estudiados, su evidencia en el tratamiento de la depresión es débil o
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