Transcripción Los hábitos alimentarios
Los cambios producidos en la sociedad, los nuevos estilos de vida y la falta de tiempo, han dado lugar a que las personas realicen desayunos cada vez más ligeros e incluso a omitirlos. Esta situación se agrava si se tiene en cuenta que también han adoptado cierta tendencia a aligerar las cenas, dando lugar a una distribución horaria de las comidas irracional con repercusiones negativas en el estado nutricional y, por tanto, en la salud. Incluso las personas que desayunan habitualmente tienen la creencia de que el desayuno es poco satisfactorio desde el punto de vista nutricional.
Tal vez el desayuno sólo se defina como la primera comida del día. Sin embargo, esto no significa que por ello sea la menos importante, esta definición no deja percibir la importancia que tiene dentro de la dieta total, principalmente en los niños y adolescentes que son los que con mayor frecuencia se saltan esta comida.
Omitir el desayuno o realizar desayunos nutricionalmente incorrectos se asocia con un menor rendimiento físico e intelectual y con una menor ingesta de algunos nutrientes, lo que trae como consecuencia desajustes o desequilibrios en la dieta pues los niños que no desayunan presentan mayor dificultad para lograr las ingestas recomendadas de energía y nutrientes. Aparte de que instaurar estos hábitos tan poco saludables desde la infancia sólo logrará que sea más difícil de corregir en el adulto.
Para conseguir un buen estado de salud es esencial una correcta alimentación. El desayuno, junto con la comida y la cena, es también una importante fuente de energía y nutrientes. De hecho, está comprobado que la alimentación sin el desayuno apenas puede ser nutricionalmente correcta. El desayuno debe aportar la cuarta parte de las calorías diarias y es una buena oportunidad para incluir alimentos que no deben faltar en las dietas: lácteos, frutas y cereales, entre otros.
Desayunar es más que tomar un café, pues el café o las infusiones no aportan prácticamente ningún nutriente. Se hace necesario desayunar todos los días para lograr un buen rendimiento físico e intelectual. El organismo necesita energía y nutrientes para un correcto funcionamiento, especialmente luego de largas horas de ayuno transcurridas desde la cena. El desayuno brinda, precisamente, la energía indispensable para comenzar el día. Además, contribuye a distribuir las calorías a lo largo del día y ayuda a mantener el peso ya que evita que se llegue a la comida con una necesidad compulsiva de comer.
En las etapas de máximo crecimiento (infancia y adolescencia) el desayuno juega un papel importantisimo en el desarrollo. Para muchas personas, consumir lácteos (principal fuente de calcio) se asocia con el desayuno, de manera que si éste no se realiza, la falta de calcio provocaría deficiencias que repercutirian en la salud (alteraciones del crecimiento, osteoporosis, etc.).
En los adultos permite conservar una dieta balanceada y en las personas mayores, además de ser una comida apetecible y deseada, tiene como ventaja que pueden incluirse alimentos fáciles de conservar, preparar, masticar y digerir.
Los hábitos alimentarios: Se dice que es más fácil que una persona cambie su religión antes que sus hábitos alimentarios, y esto es porque ese hábito ha permanecido estable durante sucesivas generaciones durante largos periodos de tiempo. A esto se le suma que actualmente se está viviendo una época de grandes cambios que afectan nuestra forma de comer.
Ya se ha mencionado la importancia que tiene para el hombre, para mantener su salud, la ingesta de energía y nutrientes y éstos, en el estadio actual de la evolución se encuentran almacenados en los alimentos.
Las diferentes adaptaciones que ha creado el hombre a lo largo de su evolución son las que le han permitido en la actualidad utilizar diversos productos. Sin embargo, éste no consume todos los alimentos que tiene a su alcance porque su conducta alimentaria ha estado siempre regulada, ya sea por factores nutricionales relacionados con la supervivencia o por otros factores que determinan la elección y en definitiva los hábitos alimentarios.
Por lo que se podría decir, en otras palabras, que las necesidades nutricionales son iguales en todas las personas (excluyendo condiciones individuales como edad, sexo, actividad física, etc) pero cada país, grupo de personas e incluso cada individuo las cubren según hábitos alimentarios diferentes, lo que marca una frontera entre lo que el hombre necesita y puede obtener mediante su comportamiento instintivo y lo que al hombre le gusta o desea comer.
Los hábitos alimentarios podrían definirse como: “comportamiento más o menos consciente, colectivo en la mayoría de los casos y siempre repetitivo que conduce a la gente a seleccionar, preparar y consumir un determinado alimento o menú como una parte más de sus costumbres sociales, culturales y religiosas y que está influenciado por múltiples factores (socioeconómicos, culturales, geográficos, etc).”
Dieta mediterránea: La dieta mediterránea se considera un ejemplo de alimentación saludable, incluso fue declarada patrimonio inmaterial de la humanidad por la Unesco en el año 2010.
Los primeros datos científicos a esta dieta son del año 1948, cuando el epidemiólogo Leland g. Allbaugh estudió la forma de vida de los habitantes de la isla de creta. El término obtuvo mayor importancia cuando Ancel Keys, de la universidad de Minnesota, estados unidos, conocedor de la buena salud de los habitantes de los países que rodeaban el mar mediterráneo, se percató que la frecuencia de enfermedades coronarias era menor en esa área.
Por lo que inició sus estudios sobre la dieta y costumbres de las personas que residian en ese entorno en busca de hipótesis que explicara, más allá de la genética, el menor número de eventos y muertes cardiovasculares en comparación con estados unidos.
Los pilares iniciales de su hipótesis fueron las verduras rociadas con aceite de oliva crudo y el pan de trigo, ya que eran los alimentos más consumidos por los habitantes de Nápoles (primera población estudiada).
Más tarde, establece que la relación entre un menor número de eventos cardiovasculares podia deberse a una alimentación basada en frutas y verduras, cereales y granos no refinados, legumbres, pescado, frutos secos crudos como nueces y almendras, aceite de oliva y vino acompañando a las comidas, cocinados de forma saludable. Todo ello unido a una actividad física regular, que en aquel momento se debia a la entrega de la población a la agricultura.
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