Diferenciando entre sentimientos y pensamientos
La Confusión Fundamental
Un paso gigantesco en el camino de la autoconciencia, y una habilidad clave para la gestión emocional, es aprender a trazar una línea clara entre lo que son nuestros sentimientos y lo que son nuestros pensamientos.
En nuestra experiencia cotidiana, estos dos fenómenos a menudo se entrelazan y confunden, llevándonos a tratar nuestros pensamientos como si fueran verdades absolutas o emociones ineludibles.
Este error de categoría es una fuente principal de sufrimiento innecesario.
Pistas en el Lenguaje
Nuestro propio lenguaje nos ofrece pistas para empezar a desenredar esta confusión.
- Los Sentimientos: Las emociones o sentimientos puros suelen poder describirse con una sola palabra que apunta a un estado interno.
Palabras como "alegría", "tristeza", "ira", "miedo", "sorpresa", "calma", "ansiedad" o "gratitud" describen estados emocionales. Son experiencias viscerales que se sienten en el cuerpo.
- Los Pensamientos Disfrazados: Por otro lado, muchos de lo que llamamos "sentimientos" son, en realidad, pensamientos, juicios o interpretaciones. Una señal de alerta común es la frase "siento que...".
Por ejemplo, la afirmación "siento que no voy a ser capaz de hacer esto" no describe una emoción.
Sino un pensamiento, una predicción negativa sobre el futuro.
La emoción subyacente podría ser el miedo o la ansiedad, pero la frase en sí es una construcción mental. De manera similar, "siento que me has traicionado" es una interpretación de la acción de otra persona, un juicio.
La emoción podría ser el dolor o la ira, pero la idea de "traición" es un concepto mental.
La Realización que Libera. Los Pensamientos no son Hechos
La realización más transformadora en este ámbito es internalizar profundamente la idea de que nuestros pensamientos no son hechos irrefutables.
Son simplemente eventos mentales, sugerencias, historias que nuestra mente produce constantemente.
No tenemos la obligación de creer en cada pensamiento que cruza nuestra conciencia, ni de identificarnos con él.
Podemos aprender a adoptar una postura de observador curioso ante nuestra propia mente.
La Práctica de la Desidentificación
Esta habilidad se cultiva a través de la práctica.
Cuando surja un pensamiento difícil o doloroso, en lugar de engancharnos a él, podemos etiquetarlo mentalmente: "Ah, aquí hay un pensamiento de autocrítica" o "Esta es la historia del 'no soy suficiente' otra vez".
Al nombrarlo, creamos una distancia que nos permite verlo como lo que es: un evento mental transitorio, como una nube que pasa por el cielo.
Esta capacidad de desidentificarnos de nuestros pensamientos es una de las libertades más grandes que podemos alcanzar.
Nos permite cuestionar nuestras narrativas limitantes, desafiar nuestras creencias más arraigadas y liberarnos de la tiranía de una mente no observada.
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