Neurociencia del Sesgo: Cerebro Rápido vs. Lento
Anatomía de la Toma de Decisiones
Para entender por qué cometemos errores de juicio sistemáticos en el entorno laboral, debemos analizar la biología de nuestro pensamiento.
Nuestra mente opera mediante dos sistemas distintos, frecuentemente descritos como el "cerebro rápido" y el "cerebro lento".
El sistema rápido es donde nacen los sesgos; opera de manera automática e inconsciente e involucra estructuras primitivas como la amígdala (responsable de las emociones), el hipocampo (memoria) y el hipotálamo (filtro de relevancia).
Se estima que alrededor del 95% de las decisiones que tomamos diariamente ocurren en este sistema rápido.
Imaginemos, por ejemplo, cuando conducimos un vehículo hacia el trabajo: frenamos automáticamente ante una luz roja o giramos el volante sin realizar un análisis lógico consciente de cada movimiento; el cerebro automatiza estas acciones para ser eficiente.
Este mecanismo es vital para la supervivencia, diseñado para reaccionar en fracciones de segundo ante peligros inminentes.
Sin embargo, en el mundo corporativo, donde las decisiones requieren análisis complejos sobre contratación, evaluación o estrategia, confiar en este sistema automático puede ser contraproducente, ya que aplica atajos mentales basados en experiencias pasadas o estereotipos en lugar de datos objetivos.
Factores Fisiológicos que Potencian el Error
El cerebro rápido no solo es el modo predeterminado, sino que se vuelve aún más dominante bajo ciertas condiciones fisiológicas.
Factores como el hambre, la fatiga o el estrés extremo actúan como catalizadores de los prejuicios.
Esto sucede por una razón de economía biológica: el pensamiento analítico y deliberado (cerebro lento) consume grandes cantidades de glucosa y oxígeno.
Cuando estamos cansados o hambrientos, el cuerpo intenta conservar energía delegando el control al sistema rápido, que es "más barato" metabólicamente.
Por ejemplo, si un directivo debe revisar una pila de currículums al final de una jornada agotadora y sin haber comido, es mucho más probable que descarte candidatos basándose en "instintos" (sesgos) que si realizara la misma tarea por la mañana, descansado y alimentado.
La prisa es otro factor crítico; la urgencia obliga al cerebro a buscar patrones conocidos para decidir rápidamente, lo que incrementa la probabilidad de error.
El objetivo, por tanto, no es eliminar biológicamente los sesgos ,lo cual sería imposible y nos impediría realizar tareas cotidianas simples como caminar o comer,, sino reconocer cuándo estamos operando en "piloto automático" durante momentos críticos de decisión profesional.
Resumen
Nuestra mente opera mediante dos sistemas distintos: uno rápido y automático donde residen los sesgos, y otro lento y analítico. En decisiones corporativas complejas, confiar en el sistema rápido provoca errores sistemáticos basados en estereotipos y no en datos objetivos.
Factores fisiológicos como el hambre, la fatiga o el estrés extremo empujan al cerebro a usar el sistema rápido para ahorrar energía biológica. Un directivo agotado es mucho más propenso a descartar candidatos basándose en instintos sesgados que en análisis justos.
Aunque no podemos eliminar biológicamente los sesgos pues son mecanismos de supervivencia, debemos reconocer cuándo operamos en "piloto automático". El objetivo es identificar estos momentos durante decisiones profesionales críticas para evitar juicios injustos y errores de estrategia.
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