Masculinidades y Costos del Sistema
La Trampa de la Masculinidad Hegemónica
La sociedad no solo construye lo que significa ser mujer, sino que también impone un modelo rígido de lo que significa "ser un hombre", conocido como masculinidad hegemónica.
Este ideal prescribe que el hombre debe ser el proveedor principal, estoico, dominante, competitivo y emocionalmente invulnerable.
Se espera que los hombres rechacen cualquier rasgo asociado a lo femenino, como la ternura, la vulnerabilidad o la dependencia, bajo el riesgo de ser socialmente sancionados o ridiculizados por sus pares. Esta construcción social tiene un costo altísimo para los propios hombres.
Al suprimir su mundo emocional ("los niños no lloran"), sufren una especie de "castración emocional" que les impide conectar profundamente consigo mismos y con los demás.
Esta presión por demostrar fortaleza constante y éxito económico conduce a menudo a comportamientos autodestructivos, como el abuso de sustancias, la conducción temeraria o la negligencia en el cuidado de la propia salud física y mental.
El mandato de ser siempre el "ganador" o el "jefe" genera niveles de estrés crónico y ansiedad, especialmente en un mundo económico cambiante donde el rol de proveedor único es cada vez más difícil de sostener.
Violencia, Crisis y Nuevos Modelos
La masculinidad hegemónica está intrínsecamente ligada al ejercicio del poder y, en sus extremos, a la violencia.
Cuando la identidad masculina se basa en la dominación, la violencia puede percibirse erróneamente como un recurso legítimo para restaurar el orden o afirmar autoridad ante la pérdida de control.
Esto se ve agravado por la "masculinidad de protesta", que surge en contextos de marginación económica donde, al carecer de poder real, algunos hombres recurren a la hiperagresividad para validar su estatus.
Sin embargo, el cambio es posible y necesario. Al igual que el género, la masculinidad no es estática.
Hoy en día, muchos hombres están desafiando estos guiones obsoletos, reconociendo que la igualdad de género también los libera a ellos.
La participación activa en la paternidad y el cuidado del hogar es una de las vías más poderosas de transformación.
Cuando un hombre se permite cuidar, nutrir y estar presente emocionalmente, no solo mejora la vida de su pareja e hijos, sino que recupera su propia humanidad completa.
Romper con el estereotipo del "macho" permite construir relaciones basadas en la cooperación y el respeto mutuo, en lugar del miedo y la dominación.
Resumen
La sociedad impone una masculinidad hegemónica que exige al hombre ser proveedor, dominante y emocionalmente invulnerable. Deben rechazar cualquier rasgo femenino bajo amenaza de sanción social, perpetuando un modelo rígido y competitivo.
Este mandato genera costos altos como la "castración emocional" y conductas autodestructivas. La presión constante por el éxito económico y la fortaleza provoca estrés crónico y desconexión con uno mismo y los demás.
Afortunadamente, la masculinidad no es estática y puede transformarse mediante la paternidad activa y el cuidado. Romper estos estereotipos libera a los hombres, permitiéndoles construir relaciones basadas en la cooperación y el respeto mutuo.
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