Transiciones Peligrosas: Mezclando lo Interpersonal con lo Grupal en el Trabajo
El desafío de separar lo personal de lo laboral
Uno de los mayores desafíos en el entorno profesional es la gestión de las fronteras entre los diferentes tipos de comunicación.
Para muchas personas, no queda clara la diferencia entre la comunicación interpersonal y la grupal, lo que provoca que a menudo nos cueste trabajo separar lo personal de lo laboral.
En el día a día, es natural que los colegas de trabajo desarrollen amistades, lo que significa que transitan constantemente entre un modo de comunicación grupal (objetivo y basado en roles) y uno interpersonal (afectivo y subjetivo).
Esta transición es comprensible, pero también peligrosa, ya que la confusión entre ambos tipos de interacción es una de las fuentes más comunes de conflicto y malentendidos en una organización.
Por qué llevar la subjetividad a un entorno objetivo puede ser problemático
La comunicación grupal, para ser efectiva, exige objetividad. Su propósito es alcanzar una meta o completar una tarea, y el foco debe estar en el "objeto" (el proyecto, el informe, la venta).
Por el contrario, la comunicación interpersonal se nutre de la subjetividad y la afectividad, centrándose en los individuos y sus sentimientos.
El problema surge cuando importamos las características del modo interpersonal al grupal.
Introducir favoritismos, rencores personales, o basar decisiones profesionales en la simpatía o antipatía personal (elementos afectivos) contamina la objetividad del proceso.
Esto puede llevar a decisiones injustas, evaluaciones sesgadas y a la erosión de la confianza y el profesionalismo dentro del equipo.
El riesgo de tratar a un compañero como amigo en una evaluación de desempeño
Un ejemplo claro de esta peligrosa mezcla es la evaluación de desempeño.
Este es un evento de comunicación grupal por excelencia: es objetivo (basado en métricas), programado (agendado) y se basa en roles (gerente y empleado).
Si un gerente tiene una relación de amistad con un subordinado, puede caer en la trampa de abordar la evaluación desde un marco interpersonal.
Por temor a dañar la amistad, podría suavizar una crítica necesaria, evitar temas difíciles o inflar una calificación.
Al hacerlo, el gerente falla en su rol profesional, priva al empleado de una oportunidad real de crecimiento y, a largo plazo, perjudica tanto al individuo como al equipo al no mantener los estándares de rendimiento.
Estrategias para mantener los límites claros
La clave para evitar estos problemas no es prohibir las amistades en el trabajo, sino gestionar las transiciones de manera consciente.
Un comunicador maduro sabe aplicar las siguientes estrategias:
Conciencia del Contexto: Antes de cada interacción, identifica conscientemente su naturaleza. ¿Es una reunión de proyecto (grupal) o una conversación durante el almuerzo (potencialmente interpersonal)?
Ajuste del Rol: Aprende a "cambiar de sombrero". Dentro de la reunión, tu rol es el de colega, líder o subordinado, y la comunicación debe ser objetiva. Fuera de ese contexto, puedes asumir el rol de amigo.
Adaptación del Lenguaje: Utiliza un lenguaje centrado en los hechos, los datos y los objetivos en las situaciones grupales. Reserva el lenguaje más personal y afectivo para los momentos y espacios apropiados.
Esta gestión activa de los límites es fundamental para mantener la integridad profesional y la salud de las relaciones.
Resumen
En el entorno profesional, es un desafío gestionar las fronteras entre la comunicación interpersonal (afectiva) y la grupal (objetiva). La confusión entre ambos tipos es una de las fuentes más comunes de conflicto en una organización.
El problema surge al importar la subjetividad y afectividad del modo interpersonal al grupal, que exige objetividad. Introducir favoritismos, rencores o basar decisiones en la simpatía contamina el proceso, llevando a evaluaciones sesgadas y erosionando la confianza.
La clave no es prohibir las amistades, sino gestionar las transiciones de manera consciente. Esto implica tener conciencia del contexto, saber "cambiar de sombrero" para ajustar el rol y adaptar el lenguaje a cada situación específica.
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