El Arte de No Interrumpir: Cómo Controlar el Impulso de Hablar
Por qué interrumpir es el hábito de comunicación más irritante
Existe un consenso general en que ser interrumpido es uno de los hábitos de comunicación más molestos e irritantes que existen.
Este impulso, a menudo, no nace de una mala intención, sino de la impaciencia o del entusiasmo por compartir una idea que consideramos brillante en medio de una discusión acalorada.
Sin embargo, el efecto es casi siempre contraproducente.
No importa cuán valiosa sea nuestra aportación; en el momento en que cortamos el discurso de otra persona, generamos una reacción de fastidio tan grande que nuestro interlocutor se vuelve incapaz de prestar atención o valorar lo que tenemos que decir.
El acto de interrumpir envenena el mensaje antes de que este sea siquiera entregado.
Lo que comunicas cuando interrumpes
Más allá de la irritación que provoca, el acto de interrumpir envía un poderoso y destructivo metamensaje.
De forma implícita, le estamos comunicando a la otra persona: "lo que yo estoy pensando, mis ideas y mis opiniones, son más relevantes y urgentes que las tuyas".
Es una declaración de superioridad intelectual y una profunda falta de respeto por el espacio y el tiempo del otro.
Se percibe como un intento de "atropellar" al interlocutor con nuestro propio monólogo en lugar de participar en un diálogo de iguales, lo que devalúa por completo su contribución a la conversación.
Cómo la interrupción destruye la confianza y el flujo de la conversación
Las consecuencias de este hábito van más allá de una simple molestia.
En primer lugar, hace que la persona interrumpida se sienta menospreciada e infravalorada, lo que erosiona directamente la confianza y la seguridad psicológica necesarias para una comunicación abierta y honesta.
Nadie se sentirá cómodo abriéndose si percibe que sus palabras no son valoradas.
En segundo lugar, destruye por completo el flujo natural de la conversación, rompiendo el hilo de pensamiento del orador e impidiendo que sus ideas se desarrollen plenamente.
Esta combinación de falta de respeto y ruptura del ritmo merma por completo la posibilidad de forjar un vínculo saludable, provocando que la otra persona se distancie y se cierre.
La técnica de "morderse la lengua" y tomar notas mentales
Superar el impulso de interrumpir requiere un entrenamiento consciente de la mente.
Un ejercicio práctico y eficaz se basa en dos pasos: Primero, "morderse la lengua".
Esta expresión, tanto literal como figurada, consiste en crear una pausa física y consciente en el momento exacto en que sentimos el impulso de hablar.
Segundo, mientras mantenemos esa pausa, debemos "anotar mentalmente" el punto que deseamos exponer.
En lugar de decirlo, lo retenemos activamente en nuestra mente.
Finalmente, debemos esperar con paciencia a que nuestro interlocutor termine por completo su idea.
Solo entonces, cuando nos haya cedido el turno de forma natural, podremos exponer nuestra opinión con la delicadeza y el respeto que la conversación merece.
Resumen
Ser interrumpido es uno de los hábitos de comunicación más molestos e irritantes que existen. Aunque el impulso no nazca de mala intención, el efecto es contraproducente, generando un fastidio que impide valorar la aportación del interruptor.
Más allá de la irritación, el acto de interrumpir envía un poderoso metamensaje: "mis ideas son más importantes que las tuyas". Es una declaración de superioridad intelectual y una profunda falta de respeto por el espacio del otro.
Para superar este impulso se necesita un entrenamiento consciente. Un ejercicio eficaz es "morderse la lengua", creando una pausa física, y "anotar mentalmente" el punto que se desea exponer, esperando a que el interlocutor termine su idea.
el arte de no interrumpir como controlar el impulso de hablar