El Estado Emocional del Comunicador y su Impacto
La emoción como filtro de la comunicación
Antes de pronunciar una sola palabra, nuestro estado emocional ya está configurando el mensaje que vamos a transmitir, actuando como un filtro a través del cual nos expresamos.
Si nos sentimos cansados, estresados o irritados, es muy probable que nuestra comunicación se vea teñida por esas sensaciones, incluso si intentamos ocultarlo.
Nuestras palabras pueden ser formalmente correctas, pero nuestro tono de voz puede sonar cortante, nuestra paciencia puede ser menor y nuestro lenguaje corporal puede traslucir tensión.
Del mismo modo, si sentimos apatía o desmotivación respecto a un tema, esa falta de entusiasmo se manifestará inevitablemente, haciendo que una presentación, por ejemplo, resulte plana y poco convincente.
Dado que los seres humanos somos fundamentalmente emocionales, la forma en que comunicamos y el estado desde el que lo hacemos impactan directamente en cómo se percibe nuestro mensaje.
La autoconciencia emocional como prerrequisito
La primera y más importante habilidad para gestionar el impacto de nuestras emociones en la comunicación es la autoconciencia.
Se trata de la capacidad de reconocer y comprender nuestro propio estado emocional en un momento dado.
Antes de una conversación importante, una presentación o cualquier interacción significativa, es fundamental hacer una pausa y preguntarnos: "¿Cómo me siento ahora mismo?".
Ser consciente de nuestro estado nos permite tomar decisiones informadas.
Por ejemplo, si reconocemos que estamos demasiado irritados para tener una conversación constructiva, podemos decidir posponerla hasta que nos hayamos calmado.
Ignorar nuestro estado emocional es arriesgarnos a que este secuestre nuestra comunicación y nos lleve a resultados no deseados, ya que no podremos alinear nuestro estado con la intención de nuestro mensaje.
Estrategias para la gestión emocional antes de comunicar
Una vez que somos conscientes de nuestro estado emocional, podemos aplicar estrategias para gestionarlo de forma proactiva.
Si nos sentimos nerviosos antes de una interacción, técnicas de respiración profunda pueden ayudar a calmar el sistema nervioso.
Si nos sentimos frustrados, dar un breve paseo o cambiar de entorno puede ser suficiente para cambiar nuestro estado de ánimo.
En otras ocasiones, la estrategia más inteligente es simplemente posponer la comunicación.
Es preferible retrasar una discusión delicada que abordarla desde un estado de enojo o estrés.
Un ejemplo de gran profesionalismo es el de un directivo que, tras una reunión tensa, pide quince minutos para calmarse antes de iniciar la siguiente, asegurándose de no someter a su interlocutor a un estado emocional que no corresponde a la nueva interacción.
Resumen
Antes de pronunciar una palabra, nuestro estado emocional actúa como un filtro que configura el mensaje, tiñéndolo con sensaciones como el estrés. La forma en que comunicamos impacta directamente en cómo se percibe el mensaje.
La autoconciencia emocional es la habilidad de reconocer nuestro propio estado, permitiéndonos decidir si estamos en condiciones de tener una conversación constructiva. Ignorar nuestro estado es arriesgarnos a que este secuestre nuestra comunicación.
Una vez conscientes, podemos aplicar estrategias proactivas para gestionarlo, como técnicas de respiración para calmar los nervios o simplemente posponer la comunicación. Esto asegura no someter al interlocutor a un estado emocional inapropiado.
el estado emocional del comunicador y su impacto