La Comparación Descendente. El Estrés de Mantener la Superioridad
Definiendo el Juicio Hacia Abajo
La otra cara del poder destructivo de juzgar es la comparación descendente, que ocurre cuando miramos a las personas como si fueran menos que nosotros.
Este hábito consiste en posicionarnos mentalmente en un lugar de superioridad, creyendo que por alguna razón nuestro valor como individuos es intrínsecamente mayor que el de ellos.
Aunque este acto puede generar una falsa y temporal sensación de poder, en realidad puede generar un tipo de estrés muy particular y profundamente agotador.
Se trata de una trampa del ego, en la que nuestra autoestima se vuelve dependiente de mantener a otra persona en una posición que consideramos inferior a la nuestra.
Esta forma de comparación, al igual que la ascendente, es un camino garantizado para traer más tensión y conflicto innecesario a nuestra vida.
La Falsa Sensación de Valor y la Necesidad de Mantener la Distancia
Cuando empezamos a ver a alguien por debajo de nosotros, nace la creencia de que tenemos que mantener a esa persona en esa posición para conservar nuestro valor.
Para poder lograr esto, nos vemos obligados a tener que andar luchando todo el tiempo para poder demostrar que somos mejores que esa persona en todo momento.
Nos convencemos de que siempre hemos sido mejores y de que siempre lo seremos, convirtiendo la relación en una competencia constante en lugar de una conexión genuina.
La necesidad de mantener esta distancia jerárquica nos consume, ya que cualquier signo de mejora en la otra persona se percibe como una amenaza directa a nuestro estatus.
El Miedo a la Evolución del Otro
El estrés se intensifica cuando imaginamos que esa persona a la que vemos por debajo empieza a evolucionar en su vida, a mejorar y a subir de nivel.
Comienza a preocuparnos que pueda estar logrando nuevas cosas, que esté estudiando o que tal vez esté consiguiendo un puesto de trabajo similar al que nosotros tenemos.
Esta posibilidad de que la otra persona nos alcance o incluso nos supere se convierte en una fuente de un miedo profundo que alimenta nuestra necesidad de seguir luchando.
El progreso ajeno, en lugar de ser motivo de alegría, se transforma en una amenaza directa a nuestra frágil y autoimpuesta sensación de superioridad sobre los demás.
El Estrés Innecesario de una Lucha Constante
Ante la evolución del otro, nuestro diálogo interno se llena de pensamientos como "esta persona no puede ser mejor que yo, tengo que seguir esforzándome para mantenerla abajo".
Este pensamiento nos encierra en un ciclo de esfuerzo y lucha constantes, no para nuestro propio crecimiento, sino para impedir el crecimiento de la otra persona.
Al final, te generas un estrés interno que es completamente innecesario, porque estás basando tu paz mental en la comparación constante con la vida de alguien más.
Cada vez que juzgamos a otra persona y nos comparamos con ella, ya sea hacia arriba o hacia abajo, estamos eligiendo activamente traer más estrés a nuestra vida.
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