El Veneno de la Comparación. Cómo Medirnos con Otros Aumenta el Estrés
El Hábito de Mirar a Nuestro Alrededor
Una de las prácticas más dañinas que alimentan nuestro estrés es el hábito de mirar constantemente a nuestro alrededor, comparando nuestra vida con la de los demás.
Observamos a nuestros antiguos compañeros del colegio y vemos que ellos ya han alcanzado los símbolos del éxito social, como la casa, el coche o la familia.
Este acto de comparación nos enfrenta a una realidad en la que sentimos que ellos están manejando el estándar de la sociedad, mientras nosotros no estamos ahí todavía.
Inconscientemente, utilizamos las vidas ajenas como una vara de medir para nuestro propio progreso, lo que nos sitúa en una posición de desventaja y constante evaluación negativa.
Esta costumbre de medirnos con los demás es un camino directo hacia la insatisfacción, ya que siempre encontraremos a alguien que parece estar en una mejor posición.
La Falsa Sensación de Quedarse Atrás
Al realizar esta comparación, vemos que las otras personas parecen avanzar a un ritmo mucho más rápido, lo que nos genera la angustiante sensación de que se nos acaba el tiempo.
Comienza un diálogo interno en el que nos decimos que no sabemos qué hacer con nuestra vida, pues otros de nuestra misma edad ya han logrado muchísimas cosas.
Esta percepción de estar quedándonos atrás se aplica a todas las edades, ya sea al ver a alguien más joven avanzar en sus estudios o a alguien mayor estabilizarse.
La comparación nos lleva a creer que estamos fallando en cumplir con los límites y los plazos no escritos que la vida supuestamente nos ha impuesto a todos.
Nos sentimos perdidos y desorientados, no porque nuestro camino sea incorrecto, sino porque lo estamos juzgando con el mapa de vida que pertenece a otra persona completamente distinta.
La Conexión Directa entre Comparación y Aumento del Estrés
En el preciso momento en que empezamos a compararnos con los demás, nos damos cuenta de que nuestro nivel de estrés comienza a aumentar de una forma muy notable.
Esta comparación constante nos lleva a sentir que el tiempo se nos está acabando, lo cual es uno de los mayores catalizadores de la ansiedad y la frustración.
El estrés se intensifica porque la comparación refuerza la idea de que no somos lo suficientemente buenos o de que hemos tomado decisiones equivocadas a lo largo del camino.
Este ciclo de pensamiento nos atrapa en una espiral de negatividad, donde cada logro ajeno se convierte en un recordatorio de nuestras propias y supuestas carencias y defectos.
La comparación, por lo tanto, no es solo un mal hábito, sino un mecanismo directo que fabrica y potencia el estrés que sentimos en nuestra vida cotidiana y profesional.
El Antídoto: Reclamar Nuestro Propio Ritmo
La solución a este problema es dejar de pensar en los límites que otros han cumplido y, en su lugar, darnos a nosotros mismos mucho más tiempo.
Podemos decidir conscientemente enfocarnos en hacer lo mejor que podemos en cada momento, aceptando que nuestro viaje es único y tiene su propio y particular ritmo.
En lugar de angustiarnos, podemos decirnos que nos daremos dos, tres o cinco años más para poder alcanzar esa meta que tanto deseamos sin sentirnos presionados.
Al reclamar nuestro propio calendario y liberarnos de la tiranía de la comparación, le quitamos un poder inmenso al estrés, permitiéndonos avanzar con mucha más calma y confianza.
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