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¿Cualquier persona puede ser un coach profesional?

En My Web Studies creemos que la respuesta es NO. Convertirse en un coach profesional requiere de un aprendizaje tanto docente como personal. Además de una capacitación académica, se deben desarrollar cualidades indispensables para trabajar con personas. El coach es un profesional que se ocupa de la salud mental, la productividad y el bienestar general. Su labor consiste en motivar y disciplinar a sus clientes con el objetivo de que alcancen sus metas o desarrollen habilidades específicas, de una forma más efectiva que si lo realizaran por sí mismos. La introducción del coach al contexto nunca significa que el cliente no posee los recursos necesarios para llevar a cabo sus objetivos, pero sí demuestra lo efectivo de la guía motivacional que ofrece.


El coaching consiste en un proceso en el que un orientador (coach) y un individuo (coacheé) o un pequeño grupo de personas (coachees), se implican de forma conjunta con vista al logro de un número de objetivos, y el medio hacia esa finalidad es la redacción de un plan de acción. En esa relación el coach tutela y disciplina la realización de un programa en el que se promete al coacheé un camino para su desarrollo tanto personal como profesional. “Se busca que sus estrategias o comportamientos le conduzcan hacia el éxito”. (Vida Salazar, Eulogio, & Vera, 2011) Dicho de otra manera, el coaching es un ejercicio profesional continuo donde el cliente, de mano del coach, despliega todo su potencial.

Ahora bien, en vista de la responsabilidad que recae sobre el coach, es momento de definir, ¿qué cualidades debe tener un coach profesional?

Conciencia sobre su elección profesional: El aspirante a coach debe anteponer una concientización sobre los motivos que lo incentivan a elegir dicha carrera; si su futuro trabajo consiste en fomentar el desempeño ajeno en búsqueda del éxito de la autenticidad, es clave que sea para sí mismo auténtico. El coach trabaja desde sus propias aspiraciones, ideas y pasiones; pese a que en su caso tiene que desarrollar mecanismos más disciplinados. Un coach sin motivaciones, o asimismo con motivaciones que no reconoce y sigue, funciona como falso ejemplo.

Honestidad: No basta con que el coach sea auténtico al momento de cumplir con su deber, sino que debe ser además honesto con el cliente y también consigo mismo. Es parte de la carrera reconocer límites reales, hablar claramente sobre cuán difícil puede ser lograr con un objetivo. No es alentador, sino todo lo contrario, trabajar con premisas y planes ilusos; vale más desarrollar un proceso de coaching honesto y competente. Además, el coach no puede caer en complacencias para su cliente, no debe fingir por una falsa conveniencia laboral. Todo esto radica en la ética propia de las disciplinas encaminadas a trabajar con personas.

Empatía: El aspirante a coach suele ser un individuo con altos dotes sociales. Puesto que es una carrera que a simple vista muestra una de sus principales características: el contacto ininterrumpido con otras personas. Pero bien se puede ser sociable y carecer de sensibilidad. Para ser coach debe desarrollarse una profunda capacidad empática, de forma que se conecte emocionalmente con la búsqueda personal del coacheé, y también se maneje un diálogo afectivo y respetuoso.

Flexibilidad y open mind: El proceso de coaching conlleva una disciplina, pero no se trata de un camino rigurosamente medido y evaluado. Puesto que se trata del despliegue psicológico de una persona, no cabe evaluar la voluntad con mano de hierro. Pese a que se establece un plan de acción inicial, mediante el constante diálogo se llegan a percibir cambios, los objetivos se transforman, el ritmo se adecua, la situación puede alterarse.

Oralidad: Un discurso coherente, un vocabulario abundante, una noción clara de lo qué se quiere hacer saber y cómo se va a transmitir. Una expresión oral bien consolidada acelera el proceso de diálogo y cercanía con el cliente, ya que éste se siente seguro de presenciar una labor profesional.

Capacidad de escucha: La voz con más potencial en el proceso del coaching es la del coacheé. Dicha voz se irá transformando según se avance en los encuentros. Es trabajo del coach practicar una escucha activa y aguda de las ideas de su cliente. El pensamiento del coacheé no solo yace en lo que dice, sino también en sus silencios y gestos.


Creatividad de análisis: La escucha activa no significa largos silencios por parte del coach, ni monólogos de deshago por parte del coacheé. El coach debe intervenir siempre que lo crea preciso. Son imprescindibles los sometimientos a juicio de algunas ideas de su interlocutor, las preguntas inquisitivas en búsqueda de respuestas más acabadas o cambios de perspectiva. Recordemos lo necesario de no ser complacientes, sino legítimos.

En el caso del coach profesional todos estos requerimientos adquieren un mayor rigor, y se complementan con las competencias básicas del coach según la Federación Internacional de Coaching, entre las que se encuentra la adhesión al código deontológico y los estándares profesionales.

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