Sentimientos de desesperación
La desesperación es una sensación de angustia que se origina ante la impaciencia por ver cómo se concreta una situación determinada. Desesperarnos a causa de no ver resultados con la prontitud que deseamos es un fenómeno muy común, que responde al mal manejo de nuestras emociones. La desesperación puede influir de forma significativa en nuestro estado anímico, generando estrés, ansiedad, agobio, tristeza, entre otros factores. Saber trabajar en el manejo de este sentimiento es fundamental para nuestra estabilidad emocional y personal.
Durante el desarrollo de la presente guía estaremos abordando algunos de los factores básicos que giran en torno a la sensación de desesperación y cómo aprender a trabajar en ella para prevenir al máximo la aparición de efectos negativos asociados a esta.
Como hemos mencionado anteriormente, la desesperación responde a la necesidad inmediata que sentimos por ver materializarse alguna situación en concreto. Por lo general esta necesidad proviene de dos fuentes principales; situaciones que escapan a nuestro control, que no dependen de nosotros, ya sea porque están asociadas a factores externos a nuestra voluntad o porque demandan de un tiempo mínimo necesario para que puedan desarrollarse.
La segunda fuente muy común de la desesperación son las situaciones en las que sí podemos intervenir pero que no hemos tenido la voluntad suficiente como para trabajar de forma consistente en ellas. La desesperación que se origina de esta fuente responde a un mal manejo de nuestras energías o una mala mentalización de nuestra parte, ya que aunque nos encontramos agobiados por no haber concretado algún aspecto en específico, no estamos dispuestos a dar todo de nuestra parte por lograrlo.
El manejo de la desesperación proveniente de la no concreción de situaciones que escapan a nuestro control, depende exclusivamente de nuestra capacidad en el control de nuestras emociones. Si somos capaces de detectar que una situación es ajena a nuestro dominio y que no podemos acelerarla, aunque tengamos la voluntad para ello, lo más coherente sería trabajar en nuestra calma y tranquilidad mental para esperar a que las cosas vayan surgiendo de la forma en que deseamos.
Poco se puede hacer con las situaciones que escapan a nuestro control, solo queda trabajar en nuestra inteligencia emocional, enfocándonos en otros aspectos, intentando no estar tan al pendiente de estas situaciones hasta que llegue el momento indicado.
Como hemos expuesto anteriormente, un segundo grupo de situaciones que nos generan desesperación, son situaciones en las que sí podemos intervenir para que se materialicen lo antes posible. Lo que sucede en este caso es que nos encontramos ante el impacto de diversos fenómenos como el estrés o la ansiedad, esto conlleva a que nos paralicemos en vez de ponernos a actuar con fuerza para solucionar los problemas que tenemos.
Mientras más tiempo dura la parálisis de nuestros actos, más propensos estamos a que siga aumentando la desesperación que tenemos por ver concretadas las situaciones que nos atormentan. La mejor manera de deshacernos de la desesperación que proviene de esta fuente es empezar a implicarnos en el trabajo activo por solucionar lo antes posible estas situaciones. Desde el justo momento en que comenzamos a implicarnos de forma consciente en acelerar los procesos que nos angustia, empezaremos a percibir cómo la desesperación va desapareciendo progresivamente.
Casi toda la ansiedad que se origina ante la no concreción de una situación determinada, responde al estrés generado por no estar trabajando en ello como deberíamos. Debemos ser coherente entre nuestros deseos y nuestras acciones, no basta con querer que se soluciones algo, si podemos apoyar para que los resultados sean percibidos de forma celera, no debemos dudar en hacerlo.