Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) y TEPT Complejo
La memoria del trauma (Reexperimentación)
Aunque tradicionalmente asociado a guerras o catástrofes, el Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) es altamente prevalente en víctimas de violencia psicológica (afectando a más del 50%). La mente de la víctima queda "secuestrada" por el trauma.
Esto se manifiesta a través de la reexperimentación: recuerdos intrusivos, pesadillas y flashbacks emocionales donde la persona vuelve a sentir el terror, la vergüenza o la angustia del pasado como si estuviera ocurriendo en el presente.
No se trata solo de recordar hechos, sino de revivir sensaciones físicas (palpitaciones, dificultad respiratoria) ante cualquier estímulo que recuerde al agresor.
La víctima vive atrapada en un bucle temporal donde la amenaza nunca termina de desaparecer.
Hipervigilancia y evitación
El sistema nervioso se mantiene en un estado de alerta roja constante, conocido como hipervigilancia.
La víctima reacciona con sobresalto exagerado ante ruidos, llamadas telefónicas o la presencia de desconocidos, incapaz de relajarse incluso en entornos seguros.
Para intentar controlar esta angustia, desarrolla conductas de evitación: se aísla, deja de frecuentar lugares, evita conversaciones sobre el tema y se "anestesia" emocionalmente, perdiendo el interés por actividades que antes disfrutaba.
Este embotamiento afectivo es un mecanismo de defensa para no sentir dolor, pero conlleva una desconexión profunda de la vida y de una misma.
El TEPT Complejo y la alteración de la identidad
Cuando el sometimiento y el control totalitario se han prolongado durante años, el diagnóstico evoluciona hacia el Estrés Postraumático Complejo (TEPT-C).
A diferencia del TEPT simple, que se centra en síntomas de miedo, el complejo implica una deformación profunda de la personalidad.
La víctima sufre alteraciones en la regulación de sus emociones (estallidos de ira o llanto), una percepción distorsionada y negativa de sí misma (sentirse dañada permanentemente) y dificultades severas para confiar en otros.
Un rasgo distintivo es la internalización del agresor: la voz crítica y devaluadora del maltratador se instala en la mente de la víctima, de modo que ella misma se sigue agrediendo psicológicamente incluso cuando
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