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Sentimientos de culpa y vergüenza

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Sentimientos de culpa y vergüenza


La asunción de la carga y el chivo expiatorio

Uno de los triunfos del agresor psicológico es lograr que la víctima se sienta responsable de todo lo que ocurre en la relación.

Dado que el perverso narcisista jamás asume la culpa y se presenta siempre como la parte agraviada o incomprendida, la víctima absorbe esa responsabilidad vacante.

Si él está de mal humor, ella piensa que ha hecho algo para provocarlo; si la relación fracasa, ella asume que no fue lo suficientemente buena, paciente o cariñosa.

Se convierte en el "chivo expiatorio" que carga con los errores y las frustraciones de ambos.

Incluso cuando él la abandona o es infiel, la víctima busca en sus acciones pasadas la justificación para la conducta de él, eximiéndolo de culpa y castigándose a sí misma.

La vergüenza tóxica y el silencio

Más allá de la culpa, la víctima experimenta una vergüenza profunda que la paraliza y le impide pedir ayuda.

Siente vergüenza por no haber sido amada, interpretando el rechazo del agresor como una prueba de su falta de valor personal.

Siente vergüenza por haber tolerado humillaciones y desprecios sin rebelarse, juzgándose a sí misma con dureza por su propia sumisión.

Esta vergüenza se agrava cuando la víctima toma conciencia de que su propia indulgencia o intentos de complacer han alimentado la dinámica violenta.

Este sentimiento de indignidad la aísla aún más, ya que teme que si cuenta lo que vive, los demás confirmarán que es débil o tonta, reforzando la narrativa interna de que merece lo que le pasa.

La trampa de la empatía y la misión salvadora

La culpa también se alimenta de la empatía mal entendida de la víctima. A menudo, desarrolla un sentimiento casi maternal hacia el agresor, creyendo que es la única que puede comprenderlo y ayudarlo.

Ve al maltratador como un ser dañado o necesitado (especialmente cuando él se victimiza) y siente que tiene la "misión" de curarlo con su amor y sacrificio.

Justifica los abusos pensando que él "no es así" en el fondo o que está pasando por un mal momento.

Esta esperanza y el deseo de "salvar" la relación la mantienen atada, y cada vez que fracasa en su intento de cambiarlo, la culpa reaparece con más fuerza por no haber sido capaz de lograr esa armonía idealizada.

Resumen

El agresor logra que la víctima se sienta responsable de todo lo negativo en la relación. Ella asume el rol de "chivo expiatorio", cargando con las culpas de los errores, frustraciones e infelicidad de su pareja.

La víctima experimenta una vergüenza tóxica que la paraliza. Siente vergüenza por no ser amada y por haber tolerado humillaciones, juzgándose con dureza y aislándose para evitar que los demás confirmen su sensación de falta de valor.

A menudo, la culpa se alimenta de una empatía mal entendida y una misión salvadora. La mujer cree que su amor puede curar al agresor, justificando los abusos como sufrimiento interno de él y manteniéndose atada a la relación.


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