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Los celos y el mito del amor romántico

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Los celos y el mito del amor romántico


La confusión entre posesión y afecto

Uno de los mitos más peligrosos y arraigados en la cultura del amor romántico es la creencia de que los celos son una prueba de amor.

Muchos jóvenes, y adultos, no distinguen entre el afecto genuino y el deseo de dominio.

Se tiende a pensar que si la pareja no siente celos, es que no le importamos lo suficiente.

Sin embargo, los celos no son una medida del amor, sino una manifestación de inseguridad y sentido de propiedad.

Todavía existen muchas actuaciones celotípicas que están socialmente aceptadas y no mal vistas, lo que dificulta enormemente la detección temprana de la violencia.

Es crucial entender que los celos patológicos son un factor de riesgo directo y una causa frecuente de violencia de género.

El perfil del celoso patológico

El celoso patológico se define por una respuesta emocional exagerada y desproporcionada ante una amenaza real o, la mayoría de las veces, imaginaria, de perder a su pareja. Su problema principal es la desconfianza crónica y la inseguridad personal.

Al considerar a su pareja como una propiedad privada, inicia un control obsesivo sobre todos los aspectos de su vida: su forma de vestir, sus amistades, sus aficiones y sus horarios.

Vive atormentado por preguntas como "¿con quién estará?" o "¿por qué no me ha llamado?", interpretando cualquier silencio o autonomía de la mujer como una traición inminente.

La escalada: Del victimismo a la coacción

La dinámica de los celos suele seguir un patrón de escalada. En un primer momento, el celoso utiliza la manipulación emocional mostrándose como una víctima ("sufro mucho cuando te pones esa ropa", "me haces daño si sales con tus amigos"), con el objetivo de que la pareja modifique su conducta por culpa o compasión.

Sin embargo, si la estrategia de victimización no funciona o si la inseguridad persiste, esos sentimientos de rabia e impotencia se transforman en violencia explícita: insultos, prohibiciones, amenazas e incluso agresiones físicas.

La víctima, para evitar el conflicto y el miedo, empieza a autoaislarse, dejando de ver a sus amigos y condicionando cada uno de sus actos


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