La esperanza del cambio ([Salvavidas])
La ilusión del retorno al pasado
Uno de los anclajes más fuertes que mantiene a la mujer en la relación tóxica es la esperanza obstinada de que el maltrato cese y la pareja vuelva a ser armoniosa.
Esta esperanza no nace de la nada, sino del recuerdo de la "fase de seducción" inicial o de los momentos de calma intermitente.
La víctima se aferra a la idea de que el hombre cariñoso y encantador que conoció es la verdadera identidad de su pareja, y que el maltratador es solo una alteración temporal causada por circunstancias externas.
Piensa: "él no es así", y vive esperando que ese "yo verdadero" (que en realidad era una máscara) regrese definitivamente.
Esta idealización del pasado le impide ver que la violencia es un rasgo estructural de la personalidad del agresor y no un estado pasajero.
El mito de la salvadora y los roles de género
El concepto de la mujer como "salvavidas" o rehabilitadora emocional tiene raíces profundas en estereotipos socioculturales de género.
Históricamente, se ha educado a la mujer en el rol de cuidadora, paciente y sacrificada, responsable del bienestar emocional de la familia.
Muchas víctimas interiorizan este mandato y creen que, con suficiente amor, paciencia y esfuerzo, pueden "curar" a su pareja, deshacer sus traumas y transformarlo en una buena persona.
Sienten que si invierten más energía y comprensión, eventualmente "el nudo se deshará" y lograrán comunicarse.
Esta creencia las coloca en una posición de omnipotencia fallida: asumen la responsabilidad del cambio del otro, lo que garantiza su frustración y perpetúa su permanencia en la relación abusiva.
La falacia del esfuerzo y la lógica
La víctima intenta aplicar la lógica y el sentido común a una situación que carece de ellos.
Trata de comprender los motivos del agresor, busca explicaciones racionales a sus estallidos y cree que, si logra explicarse mejor o encontrar la clave correcta, él reconocerá su error y cambiará.
Piensa que invirtiendo más tiempo y sacrificio obtendrá resultados, cayendo en la falacia del costo hundido.
Sin embargo, el agresor perverso no funciona bajo las reglas de la reciprocidad o la lógica afectiva.
La esperanza de que "algún día se dará cuenta" es, en realidad, una trampa mental que mantiene a la víctima trabajando activamente en una relación que la destruye, esperando una recompensa afectiva que el agresor no tiene ninguna intención (ni capacidad) de darle.
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