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Identificación con el agresor y Síndrome de Estocolmo

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Identificación con el agresor y Síndrome de Estocolmo


La sumisión mental como estrategia de supervivencia

En situaciones de dominio extremo, la víctima desarrolla un mecanismo de defensa conocido como identificación con el agresor.

Este proceso va más allá de la obediencia conductual; implica una sumisión mental donde la víctima trata de adentrarse en la psique del verdugo para sobrevivir.

La mujer intenta averiguar qué está pensando él en cada momento y adivinar sus deseos antes de que los verbalice, con el fin de anticiparse y evitar cualquier motivo de ira o conflicto.

Esta hipervigilancia y sintonización forzada con el agresor tienen como objetivo aplacar su furia y, en el fondo, tratar de "seducirlo" para ganarse su aprobación o, al menos, su clemencia.

La disolución del Yo en el Otro

Esta adaptación patológica conlleva un costo devastador: la víctima se reduce a la nada para convertirse en una extensión del agresor.

Deja de tener pensamientos, deseos o necesidades propias, ya que estos podrían entrar en conflicto con los de él. Su mente está ocupada al cien por cien por el maltratador.

Llega un punto en que la víctima es tan permeable a las emociones del verdugo que empieza a sentirlas como propias; si él está enfadado, ella siente ira; si él la desprecia, ella siente autodesprecio.

Esta fusión anula la identidad individual y hace extremadamente difícil la separación, pues la víctima siente que sin él no es nadie o no puede funcionar.

El vínculo paradójico (Síndrome de Estocolmo)

Este fenómeno está estrechamente ligado al Síndrome de Estocolmo, observado en rehenes que desarrollan lazos afectivos con sus captores.

En la violencia de pareja, se manifiesta cuando la mujer, a pesar del peligro y las amenazas, desarrolla actitudes de simpatía, comprensión y defensa hacia su agresor.

Ante la amenaza constante a su integridad (física o psicológica), cualquier pequeño gesto de "bondad" del agresor (como no gritar un día o hacer un regalo menor) es magnificado por la víctima y recibido con inmensa gratitud.

La víctima termina aliándose con el agresor en contra del mundo exterior (familia, amigos, policía) que intenta "hacerle daño" o separarlos.

Este vínculo traumático es una distorsión cognitiva de supervivencia: para no vivir en el terror constante, la mente se engaña creyendo que el agresor es bueno y que la relación es especial.

Resumen

En sit


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