¿Existe un perfil de mujer maltratada?
La universalidad de la vulnerabilidad
Contrario a la creencia popular que asocia a la mujer maltratada con una persona débil, dependiente o con carencias previas evidentes, la realidad clínica demuestra que no existe un perfil único ni excluyente.
Cualquier mujer, independientemente de su estatus económico, nivel educativo o clase social, es susceptible de verse atrapada en una relación de violencia psicológica.
De hecho, es un error común buscar la causa de la victimización exclusivamente en la historia personal de la mujer.
Los estudios desmienten la teoría de que la mayoría de las víctimas provienen de hogares violentos; investigaciones señalan que hasta el 80% de las mujeres maltratadas no habían sufrido ni presenciado violencia en su familia de origen durante la infancia.
Por tanto, la vulnerabilidad no es necesariamente un rasgo inherente a la personalidad de la víctima, sino una condición que se puede generar dentro de la propia dinámica abusiva y el tipo de agresor con el que se relaciona.
La paradoja de la mujer fuerte y vital
Siguiendo las tesis de expertos como Marie-France Hirigoyen, el perfil de víctima preferido por el agresor perverso narcisista suele ser, paradójicamente, una mujer con una personalidad fuerte, inteligente y llena de vitalidad.
Lejos de buscar a alguien "pobre de espíritu", el agresor se siente atraído por mujeres que poseen cualidades que él envidia y carece: alegría de vivir, capacidad empática, responsabilidad y valores morales sólidos.
La víctima suele ser una persona dinámica y comprometida con el bienestar de los demás.
Es precisamente esta riqueza interior lo que el agresor busca apropiarse y posteriormente destruir para afirmar su superioridad.
La mujer entra en la relación con una confianza plena y una incapacidad para concebir la maldad gratuita, lo que le impide ver venir la destrucción, ya que en su esquema de valores no cabe la desconfianza hacia la pareja.
Desmontando el estigma del masoquismo
La sociedad a menudo se pregunta por qué la mujer no abandona al agresor, recurriendo erróneamente al estigma del masoquismo femenino.
Sin embargo, en la violencia psicológica, y especialmente en la vertiente perversa, la víctima no se queda por placer al sufrimiento, sino porque está psicológicamente atada e inmovilizada.
La relación no es simétrica; existe una dominación tal que anula la capacidad de reacción. La víctima se paraliza ante la incomprensión de lo que sucede.
No se trata de debilidad de carácter, sino de un estado de indefensión provocado por una estrategia de confusión sistemática que la deja sin herramientas para defenderse, llevándola a un estado de apatía que desde fuera puede confundirse con aceptación, pero que internamente es una prisión invisible.
Resumen
Contrario a la creencia popular, no existe un perfil único de víctima; cualquier mujer, independientemente de su estatus social o estudios, es susceptible de caer en una relación de violencia psicológica. La vulnerabilidad no es un rasgo inherente de personalidad, sino una condición generada dentro de la dinámica abusiva.
Paradójicamente, los agresores perversos suelen elegir mujeres fuertes, vitales y empáticas. Buscan apropiarse de esa riqueza interior que envidian para destruirla y afirmar su superioridad, atacando a personas confiadas que no conciben la maldad.
La permanencia en la relación no se debe al masoquismo, sino a una parálisis psicológica. La víctima no disfruta sufriendo, sino que está inmovilizada por una estrategia de confusión que la deja sin herramientas para defenderse.
existe un perfil de mujer maltratada