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El Perverso Narcisista (Teoría de Hirigoyen)

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El Perverso Narcisista (Teoría de Hirigoyen)


Definición y racionalidad de la violencia

La psiquiatra Marie-France Hirigoyen identifica un perfil específico y altamente destructivo: el "perverso narcisista".

A diferencia de los psicópatas impulsivos, este tipo de agresor se caracteriza por su racionalidad y su capacidad de adaptación social.

No es un enfermo mental en el sentido tradicional, ya que no pierde el contacto con la realidad (psicosis), sino que utiliza su inteligencia para eludir las normas éticas.

Su violencia no es un desahogo pasional, sino una estrategia instrumental fría y calculada.

El perverso narcisista tiene un control total de sus emociones y mide sus ataques para no dejar huellas evidentes.

Su objetivo es anular al otro sin testigos, utilizando una violencia "limpia" que no mancha su reputación pública pero que devasta psíquicamente a la víctima.

La vampirización y la envidia patológica

El motor principal del perverso narcisista es una envidia profunda y patológica. En el fondo, estos individuos se sienten vacíos y carecen de vitalidad propia.

Al observar cualidades en su pareja como la alegría, la empatía, el éxito profesional o la espontaneidad, sienten una irritación rencorosa.

Como son incapaces de adquirir esas virtudes por sí mismos, deciden destruirlas en el otro para eliminar la "diferencia" que les hace sentir inferiores.

Se trata de un proceso de "vampirización": el agresor seduce a la víctima para apropiarse de su energía vital y, una vez que la ha "secado" mediante la humillación y el desgaste, la desecha.

No buscan compartir la vida, sino anexionar a la persona y convertirla en un apéndice de su propio ego.

La megalomanía y la seducción como arma

Este perfil combina rasgos de megalomanía con una habilidad extrema para la manipulación.

Se sienten superiores a los demás, a quienes consideran meros objetos o peones útiles.

Para atrapar a su presa, el perverso utiliza la seducción en lugar de la fuerza bruta.

Al inicio, se mimetiza con la víctima, mostrándose como el compañero ideal para ganar su confianza y descubrir sus puntos débiles. Una vez establecido el vínculo, comienza la fase de destrucción sutil.

Su grandiosidad les lleva a creer que están por encima de la ley y la moral común, dictando sus propias reglas y exigiendo una sumisión absoluta para mantener su frágil equilibrio interno.

La relación se convierte en un juego de poder donde el perverso necesita hundir al otro para sentirse valioso.

Resumen

Este perfil específico se distingue por su racionalidad fría y capacidad de adaptación social. No es un psicótico, sino que utiliza una violencia estratégica y calculada para anular al otro sin dejar huellas visibles.

Su motor principal es una envidia patológica hacia la vitalidad ajena. Seduce a la víctima para apropiarse de su energía mediante la "vampirización", destruyéndola emocionalmente para eliminar las cualidades que él es incapaz de poseer.

Utiliza la megalomanía y la seducción como armas de atrapamiento. Tras ganar la confianza inicial, impone sus propias reglas inmorales, convirtiendo la relación en un juego de poder donde necesita hundir al otro para validarse.


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