Educación y medios de comunicación
La huella educativa y los estereotipos escolares
La transmisión de los valores desiguales comienza en la infancia, tanto en el seno familiar como en el sistema educativo.
A pesar de la coeducación formal, en muchas escuelas se sigue perpetuando una educación segregada a nivel de expectativas y comportamientos, diferenciando lo que es apropiado para niñas y para niños.
Frecuentemente se potencia "lo masculino" como valor superior: se alienta a los niños a adoptar actitudes competitivas, agresivas y de liderazgo, mientras que se desatiende el componente emocional.
Por el contrario, las conductas participativas, colaborativas y empáticas, consideradas "femeninas", suelen tener menor prestigio social.
Esta falta de educación en inteligencia emocional y en igualdad real en las aulas impide que los jóvenes desarrollen herramientas saludables para gestionar conflictos en sus futuras relaciones de pareja.
La responsabilidad de los medios de comunicación
Los medios de comunicación actúan como una "escuela paralela" con una enorme influencia en la configuración de la mentalidad colectiva.
Tienen una gran responsabilidad en la difusión y aceptación de la violencia en la vida cotidiana debido a su función educativa informal.
El tratamiento que la publicidad, el cine y la televisión dan a la imagen de la mujer colabora activamente en el mantenimiento de la ideología patriarcal.
Al objetualizar el cuerpo femenino o presentar relaciones románticas basadas en la posesión y el drama, contribuyen a mantener vigentes los estereotipos de género que luego los agresores utilizan para justificar su control.
La paradoja de los jóvenes y las nuevas tecnologías
Resulta alarmante observar un retroceso en las generaciones más jóvenes.
Existe una paradoja: chicos y chicas que en sus relaciones sociales generales se muestran autónomos e igualitarios, cambian drásticamente sus pautas de comportamiento al formar una pareja, regresando a esquemas clásicos de dominación-sumisión.
Aunque el 90% de los jóvenes afirma rechazar la violencia de género verbalmente, en la práctica, uno de cada tres considera "normales" ciertas conductas de control. Este control se ha intensificado y sofisticado con las nuevas tecnologías.
El uso del móvil y las redes sociales permite una vigilancia constante (geolocalización, control de la última conexión, exigencia de contraseñas), lo que normaliza el acoso bajo la excusa de la conexión digital.
Es fundamental educa
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