Características generales del agresor
La máscara social y la doble faceta
Uno de los aspectos más desconcertantes de la violencia psicológica es la aparente normalidad del agresor fuera del ámbito doméstico.
No existe un "perfil visual" que permita identificarlo fácilmente, ya que la violencia no está ligada exclusivamente a una clase social o nivel educativo determinado.
Frecuentemente, estos individuos desarrollan una "máscara de salud mental" y encanto social.
En su entorno laboral y amistoso, suelen ser descritos como personas simpáticas, trabajadores ejemplares, buenos vecinos y padres dedicados.
Esta discrepancia entre su conducta pública (conciliadora y amable) y su conducta privada (tiránica y cruel) es lo que aísla a la víctima, pues nadie en el exterior sospecharía la realidad que se vive puertas adentro.
El agresor invierte mucha energía en mantener esta imagen impecable, ya que su reputación es una herramienta de poder que utilizará para desacreditar a su pareja si esta intenta denunciar la situación.
Rigidez cognitiva y mandatos de género
Más allá de posibles patologías, un rasgo común en la mayoría de los agresores es la adhesión a un sistema de creencias extremadamente rígido, especialmente en lo referente a los roles de género.
Estas personas suelen interiorizar mandatos culturales patriarcales que legitiman la supremacía masculina y la subordinación femenina.
Esta rigidez no es necesariamente una enfermedad mental, sino el resultado de una socialización que normaliza el control.
El agresor percibe a la mujer no como una igual, sino como un complemento que debe cumplir expectativas específicas de sumisión y obediencia.
Cuando la víctima se desvía de este guion preestablecido o muestra autonomía, el agresor lo interpreta como un ataque a su identidad y autoridad, reaccionando con hostilidad para "restaurar el orden".
Inseguridad y gestión deficiente de emociones
Bajo la apariencia de omnipotencia y seguridad, el perfil general del agresor esconde una profunda inseguridad y una baja autoestima que intenta compensar mediante el dominio del otro.
Son individuos con una incapacidad notable para tolerar la frustración o el estrés; ante cualquier conflicto, proyectan sus carencias en la pareja.
Tienen un temor patológico al abandono, lo que paradójicamente les lleva a ejercer un control asfixiante que deteriora la relación.
Además, suelen considerar que la expresión de emociones es un signo de vulnerabilidad o debilidad, por lo que reprimen sus sentimientos y utilizan la sexualidad no como un acto de intimidad, sino como otra vía de agresión o reafirmación de poder.
Resumen
Uno de los rasgos más desconcertantes es su "máscara social" de normalidad. Fuera del hogar suelen ser encantadores y amables, creando una discrepancia con su crueldad privada que aísla a la víctima.
Estos individuos suelen presentar una rigidez cognitiva extrema respecto a los roles de género. Interiorizan mandatos patriarcales donde la mujer debe ser sumisa, reaccionando con hostilidad ante cualquier signo de autonomía femenina.
Bajo su apariencia de seguridad, esconden una profunda inseguridad y baja autoestima. Son incapaces de tolerar la frustración y proyectan sus carencias en la pareja, ejerciendo control para gestionar su miedo al abandono.
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