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Vinculación Traumática (Trauma Bonding)

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Vinculación Traumática (Trauma Bonding)


La Neurobiología de la Adicción al Agresor

El Trauma Bonding o vinculación traumática explica por qué es neurológicamente más difícil dejar a una pareja abusiva que a una saludable.

No se trata de "amor" en el sentido tradicional, sino de una adicción bioquímica de supervivencia generada por la oscilación extrema de neurotransmisores.

Ante el peligro que representa el agresor (gritos, amenazas, golpes), el sistema nervioso de la víctima se inunda de cortisol y adrenalina (hormonas del estrés y miedo).

Paradójicamente, cuando el agresor ofrece un momento de consuelo, pide perdón o simplemente cesa la violencia, el cuerpo de la víctima libera oxitocina (vinculación) y dopamina (alivio/placer) en respuesta al cese del dolor.

El agresor se convierte así, simultáneamente, en la fuente del terror y en la única fuente de consuelo disponible.

Esta dinámica crea un vínculo biológico mucho más resistente que el apego seguro.

La víctima desarrolla una dependencia fisiológica hacia el agresor para regular su propia angustia, similar a cómo un adicto necesita la sustancia que lo está matando para calmar el síndrome de abstinencia.

Romper este vínculo provoca síntomas de abstinencia reales: ansiedad, dolor físico y obsesión, lo que a menudo lleva a la víctima a regresar con el agresor no por afecto, sino para aliviar el dolor insoportable de la desconexión bioquímica.

Disonancia Cognitiva y Racionalización

Para sobrevivir a la realidad intolerable de que "la persona que dice amarme me está destruyendo", la mente de la víctima recurre a la disonancia cognitiva.

Este fenómeno psicológico es una tensión interna causada por sostener dos verdades contradictorias ("él me ama" y "él me lastima").

Para reducir esta tensión y evitar el colapso psíquico, la víctima genera racionalizaciones que minimizan el abuso: "lo hace porque tuvo una infancia difícil", "está estresado por el trabajo" o "en el fondo es bueno".

La víctima compartimenta la realidad, ignorando o excusando los episodios violentos y magnificando desproporcionadamente los pequeños gestos de amabilidad.

Este autoengaño es un mecanismo de defensa sofisticado, no un signo de estupidez.

Permite a la víctima mantener una sensación de esperanza y control en un entorno caótico.

Sin embargo, esta distorsión cognitiva dificulta enormemente la intervención externa, ya que la víctima defenderá su versión racionalizada de la relación ("ustedes no lo entienden, él no es malo") frente a la evidencia objetiva del peligro, aferrándose a la versión idealizada de su pareja que aparece en la fase de Luna de Miel.

Resumen

El vínculo traumático no es amor, sino una adicción bioquímica de supervivencia. El agresor es fuente de terror (cortisol) y, paradójicamente, la única fuente de alivio (dopamina) al cesar el dolor, creando dependencia fisiológica.

Este nexo se consolida mediante el refuerzo intermitente. La entrega impredecible de afecto entre castigos severos mantiene a la víctima enganchada como un jugador compulsivo, esperando la próxima recompensa emocional para aliviar su sufrimiento.

Para soportar esta realidad, la mente genera disonancia cognitiva. La víctima racionaliza y minimiza el abuso ("tuvo una infancia difícil") para reducir la tensión interna, aferrándose a la versión idealizada de su pareja para no colapsar.


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