Evolución Histórica y Derechos Humanos
De la Propiedad a la Dignidad: El Legado Histórico
Para comprender la complejidad actual de la violencia intrafamiliar, es indispensable realizar una arqueología jurídica y social que nos revele sus cimientos.
Históricamente, lo que hoy tipificamos como un delito grave, en el pasado no solo era una práctica aceptada, sino normativa y esencial para la estructura social de la época.
Si analizamos las raíces de nuestra civilización, particularmente bajo el derecho romano, encontramos que el concepto de violencia intrafamiliar era inexistente en el sentido jurídico moderno, pues la familia operaba bajo una jerarquía vertical absoluta.
La figura del paterfamilias ejercía una potestad total sobre la vida y la muerte de los miembros del hogar, quienes no eran considerados sujetos de derecho, sino "propiedades" o apéndices de su autoridad.
En estas sociedades antiguas, eliminar a un descendiente por nacer con discapacidad o por considerarse una carga económica no era un crimen, sino una decisión pragmática de supervivencia del clan.
Esta cosificación se extendía a la mujer: hasta hace apenas unas décadas en muchas legislaciones occidentales, la mujer casada carecía de autonomía patrimonial, pasando la administración de sus bienes y decisiones vitales al cónyuge al momento del matrimonio.
Este legado histórico ha dejado una impronta cultural profunda que aún hoy dificulta la intervención, ya que la violencia se entendía como un método de "corrección" privado y necesario, en lugar de una agresión.
El cambio de paradigma real es un desarrollo extremadamente reciente en la línea de tiempo humana, surgiendo con la evolución de los Estados Sociales de Derecho que invierten esta pirámide de poder para proteger a los vulnerables.
La Violencia como Violación de Derechos Humanos y la Debida Diligencia
El salto cualitativo en la lucha contra esta lacra ocurre cuando se deja de considerar un "asunto doméstico privado" para reclasificarse como una grave violación de los Derechos Humanos y las libertades fundamentales.
Bajo el marco del derecho internacional actual, cuando una persona es sometida a maltrato, humillación o control coercitivo en su propio hogar, se están vulnerando derechos inalienables: el derecho a la vida, a la integridad física y moral, a la libertad, a la seguridad personal y a no ser sometido a torturas ni tratos crueles.
Este enfoque eleva la gravedad del acto, transformándolo de un conflicto pasional a un atentado contra la dignidad humana.
Fundamentalmente, existen instrumentos jurídicos supranacionales que obligan a los Estados a actuar bajo el principio de la "debida diligencia".
Esto tiene una implicación crítica para los profesionales: las instituciones públicas (policía, justicia, salud) no pueden mantener una postura pasiva o neutral.
La inacción, la ineficacia burocrática o la revictimización ante un caso de violencia doméstica constituyen, en sí mismas, una violación de derechos humanos por omisión institucional.
Por tanto, garantizar una vida libre de violencia no es solo proteger la supervivencia física, sino asegurar el desarrollo personal pleno, el cual es sistemáticamente amputado en entornos abusivos.
Resumen
Históricamente, la violencia intrafamiliar era una práctica normativa aceptada bajo el derecho romano. La figura del "paterfamilias" ejercía un poder absoluto sobre los miembros del hogar, considerados propiedades sin derechos.
El cambio de paradigma actual reclasifica estas agresiones como graves violaciones de los Derechos Humanos. Ya no se considera un asunto privado, sino un atentado contra la dignidad y la integridad.
Actualmente, el derecho internacional exige a los Estados actuar con la "debida diligencia". La inacción institucional ante el maltrato se considera una violación de derechos por omisión, obligando a una protección activa.
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