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El Vínculo Traumático y la Adicción Bioquímica

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El Vínculo Traumático y la Adicción Bioquímica


Mecanismos del "Trauma Bonding"

El vínculo traumático es una lealtad paradójica y biológicamente arraigada hacia el abusador.

Este fenómeno se comprende mejor al analizar el Síndrome de Estocolmo, observado tras el asalto al banco Sveriges Kreditbanken en 1973, donde los rehenes desarrollaron afecto por sus captores como estrategia inconsciente de supervivencia.

En el contexto del abuso narcisista, la víctima regresa al abusador no por masoquismo, sino porque el abusador se ha convertido en la única fuente de alivio para el dolor que él mismo está infligiendo.

Cuando la psique es sometida a un terror o angustia extremos, cualquier pequeño gesto de "bondad" o cese del abuso por parte del agresor se percibe con una gratitud desproporcionada.

La mente asocia al narcisista con la seguridad, ignorando que él es la fuente del peligro.

Esto crea una disociación cognitiva donde la víctima racionaliza y defiende el comportamiento del agresor ante los demás, incapaz de romper el lazo debido a un instinto primitivo de apego bajo amenaza.

Adicción Bioquímica y Refuerzo Intermitente

La dificultad para abandonar estas relaciones tiene una base neuroquímica idéntica a la adicción a sustancias o al juego (ludopatía). El mecanismo subyacente es el refuerzo intermitente.

En un experimento conductual clásico, si una rata recibe comida cada vez que presiona una palanca, se sacia y se detiene.

Pero si la recompensa es aleatoria e impredecible, la rata presionará la palanca compulsivamente hasta la extenuación.

El narcisista opera bajo este principio: el afecto, la validación y la calma no son constantes, sino aleatorios.

Esta incertidumbre dispara los niveles de dopamina en el cerebro de la víctima mucho más que una recompensa predecible.

La víctima permanece en la relación soportando periodos de crueldad, anclada biológicamente a la esperanza de la próxima "dosis" de idealización.

Al intentar dejar la relación, el cuerpo experimenta un síndrome de abstinencia físico real, con ansias compulsivas de contactar al abusador para regular su propia química cerebral.

Obstáculos Psicológicos para la Liberación

Existen barreras cognitivas que actúan como muros de contención contra la libertad.

La principal es la disonancia cognitiva, el estado de tensión mental causado por sostener dos creencias contradictorias simultáneamente: "Esta persona me ama" y "Esta persona me está destruyendo".

Para reducir esta tensión intolerable, la mente humana tiende a negar la realidad dolorosa (el abuso) y aferrarse a la realidad deseada (la ilusión del "alma gemela" presentada al inicio).

A esto se suma la indefensión aprendida, un concepto demostrado por Martin Seligman, donde un sujeto, tras ser sometido a estímulos aversivos incontrolables repetidamente, deja de intentar escapar incluso cuando se le presenta la oportunidad.

La erosión sistemática de la voluntad, combinada con la presión social que a menudo normaliza el sufrimiento en nombre del compromiso o la familia, crea una parálisis que impide la toma de decisiones ejecutivas necesarias para la autoprotección y la huida.

Resumen

El vínculo traumático crea una lealtad biológica hacia el agresor, quien es percibido paradójicamente como la única fuente de alivio. La mente asocia al narcisista con la seguridad, racionalizando el comportamiento abusivo debido a un instinto primitivo de apego.

La dificultad para abandonar la relación radica en el refuerzo intermitente, un mecanismo neuroquímico idéntico a la adicción al juego. La incertidumbre de la recompensa dispara la dopamina, provocando un síndrome de abstinencia físico real al intentar romper el vínculo.

La disonancia cognitiva dificulta la liberación al sostener simultáneamente creencias contradictorias sobre el amor y el abuso sufrido. Junto a la indefensión aprendida, esta tensión mental erosiona la voluntad y paraliza la toma de decisiones necesarias para la autoprotección.


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