Las emociones en la oratoria
Comunicar es un arte, no es lo mismo escribir un discurso que exponerlo. Cuando realizamos una ponencia, estamos llevando a cabo una interpretación. Por muy natural que deseemos sonar, siempre estaremos montados en un personaje que debe transmitir emociones y sentimientos. Como en una obra de teatro, el orador debe ser capaz de generar empatía en su audiencia. Las emociones en la oratoria juegan un papel primordial a la hora de comunicar un mensaje contundente y profundo. Las personas que te escuchan, perciben tu estado anímico e interpretan los hechos tomando a este como referencia.
Durante el desarrollo de la presente sesión, estaremos abordando algunos de los elementos básicos que giran en torno a este tema. De esta forma, profundizarás en tus conocimientos acerca de la construcción e interpretación de un discurso efectivo.
Alinear las emociones con el mensaje: Nuestro discurso debe ser coherente, no podemos comunicar un mensaje de superación y optimismo manteniendo un estado emocional bajo o deprimente. Nuestras emociones deben estar alineadas con el mensaje que comunicamos. Si nuestra intención es despertar el pensamiento reflexivo, es probable que nuestro estado emocional deba ser más tranquilo o pausado, en cambio, no podemos pretender despertar la euforia en nuestra audiencia con ese mismo estado emocional. Una de las formas más fáciles de entender este concepto, es visualizar los discursos de los políticos.
Cuando un político expone sus ideas, varia su estado emocional en dependencia del mensaje que está transmitiendo. Por lo general, esta variación del estado emocional forma parte de los dotes comunicativos y actorales del político. Ese discurso ha sido ensayado en numerosas ocasiones y el político sabe de antemano cuáles son los momentos en los que debe expresar una emoción u otra. Con esto nos referimos a alinear las emociones con el mensaje: es buscar coherencia entre nuestras palabras y los sentimientos que deseamos transmitir. En la mayoría de las ocasiones, el cómo nos expresamos es más importante que lo que decimos. Pocas personas de tu audiencia recordarán integramente tu ponencia, en cambio, la mayoría se quedará con los sentimientos y emociones que has logrado transmitirles.
La interpretación del discurso: Como expresábamos en el inicio de esta sesión, el orador es un intérprete. De hecho, no siempre el orador escribe su propio discurso, esta es una habilidad independiente que requiere de su propia técnica y entrenamiento. Un redactor de un medio de prensa, que no tenga que dar la cara ante las cámaras, puede escribir su articulo sin detenerse a pensar en el estado emocional que reflejan sus palabras. Es el lector, quien dentro de su interpretación, recrea las emociones, el lenguaje o la intensidad de las palabras. Hablar en público es más que tener un buen discurso. El orador es quien carga de sentimientos las palabras y se encarga de hacer llegar las emociones al oyente.
Piensa en tu discurso como si fuese una obra de teatro. Debes construir tu personaje y preparar un guion que tome en cuenta la carga emocional, la intensidad de las palabras, el lenguaje y el tono de voz. Si logras posicionarte en el lugar de tu audiencia, te será más sencillo comprender cómo serán percibidas tus palabras. A esta habilidad se le llama empatía. La empatía, dentro de la comunicación, es uno de los recursos de mayor utilidad a la hora de generar sentimientos en los oyentes.
Céntrate en logar siempre un mensaje emotivo. No importa que no sean emociones fuertes o intensas, lo importante es que la audiencia se identifique con la carga emocional que deseas expresar y se lleve la esencia del mensaje, con la intención que tú deseas conseguir.
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