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Las emociones en los discursos fúnebres

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Las emociones en los discursos fúnebres


Uno de los aspectos distintivos de los discursos fúnebres es su fuerte carga emocional. Saber cómo manejarnos dentro de este escenario, es fundamental a la hora de elaborar un mensaje efectivo y reparador. El orador debe ser una persona sensitiva y con gran desarrollo de las habilidades empáticas. La audiencia promedio que acude a este tipo de ceremonias, lo hace porque comparte cierto lazo de afinidad con el fallecido. Dicho esto, debemos escoger nuestras palabras de forma minuciosa para manifestar la empatía que se requiere en estos casos.

Durante el desarrollo de la presente sesión, estaremos ofreciéndote una serie de recomendaciones básicas para mantener un adecuado estado emocional durante tus presentaciones. Esto te resultará de utilidad a la hora de elaborar discursos fúnebres que sean recordados por su positividad y empatía hacia la audiencia.

El balance emocional: Por mucho grado de empatía que logremos con nuestra audiencia, nunca estaremos en la posición de aquellos que sufren la pérdida del fallecido. No podemos aspirar a que nuestro estado emocional sea el mismo que el de los familiares, amigos o conocidos. Esto no significa que no nos dejemos contagiar por el ambiente, claramente nuestro lado más humano aflorará ante tales circunstancias. No obstante, tenemos un trabajo que cumplir. Hemos sido convocados para transmitir un mensaje reconfortante.

Dicho lo anterior, tenemos que centrarnos en encontrar un balance emocional que nos permita compartir con los allegados en un plano de respeto. No se debe mostrar indiferencia o frialdad hacia el dolor ajeno, pero tampoco podemos fomentar la proliferación de la tristeza o la depresión. Nuestro mensaje debe sobresalir por su calidez y acogida hacia aquellos que nos escuchan. Es importante que hagamos notar que aunque no formamos parte de ese círculo cercano, somos seres sensibles y también nos afecta el sufrimiento de las otras personas.

Cuando balanceamos nuestras emociones, logramos mantener la profesionalidad sin descuidar el sentir y el pesar de todos los que han acudido a la presentación. Tenemos la tarea de servir como puente entre el dolor y la superación. Nuestra percepción sobre el escenario en el que nos encontramos, es la que nos dirá el nivel de intensidad que debemos utilizar en nuestro discurso. En algunas ocasiones, la familia necesita llorar y desahogarse como mecanismo para aliviar la carga emocional. Esto no es un aspecto que debas combatir, es natural que cada persona tenga su forma para manejar el duelo y como mediador tienes que respetarlo.

El lenguaje corporal: Nuestras emociones no solo son percibidas a través de nuestras palabras o expresiones verbales. El lenguaje corporal en muchas ocasiones puede transmitir mucha más información que el verbal. El balance emocional al que hacíamos referencia anteriormente, debe extenderse hacia nuestro cuerpo. La forma en que caminamos, nuestros gestos faciales o el movimiento de nuestras manos puede comunicar emociones como la ansiedad, tristeza, desánimo, inquietud, entre otras.

Ensaya tus movimientos antes de la presentación. Si te enfocas solo en cuidar las palabras, es posible que estas no sean coherentes hacia tu lenguaje corporal y termines provocando sensaciones no deseadas en tu audiencia. La idea es que tu cuerpo refleje calma y pasividad. Deseas que tu público encuentre tranquilidad en tu imagen y que al observar tu rostro se topen con una persona empática y que sabe entender el momento por el que ellos están transitando.

Debes conectar la mente con el cuerpo para que estos se coordinen de forma automática. Para ello tienes que ser capaz de sentir lo que expresas, acercándote de forma honesta a tu público y entendiendo a fondo cómo se sienten.


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