La teoría del malvavisco y la gratificación postergada
Un Experimento Clásico con Implicaciones Profundas
A finales de los años 60 y principios de los 70, un psicólogo de la Universidad de Stanford llamado Walter Mischel llevó a cabo una serie de estudios que se convertirían en un hito de la psicología.
Conocido popularmente como el "experimento del malvavisco", esta investigación arrojó una luz reveladora sobre un predictor sorprendentemente potente del éxito y el bienestar a lo largo de la vida: la capacidad de postegar la gratificación.
La Prueba del Malvavisco
El diseño del experimento era elegantemente simple.
Se llevaba a niños de entre 4 y 6 años a una habitación y se les colocaba un malvavisco (u otra golosina de su agrado) delante.
El investigador les decía que tenía que salir de la habitación por unos minutos.
Si el niño era capaz de esperar y no comerse el malvavisco hasta su regreso, recibiría un segundo malvavisco como recompensa.
El niño se enfrentaba a una elección clara: un placer pequeño e inmediato o un placer mayor, pero demorado.
Resultados Asombrosos a Largo Plazo
Lo verdaderamente extraordinario del estudio fue el seguimiento que se hizo de estos niños a lo largo de los años.
Los investigadores descubrieron una correlación asombrosa y consistente.
Los niños que habían sido capaces de resistir la tentación y esperar por la segunda golosina, en promedio, mostraron mejores resultados en prácticamente todas las áreas importantes de la vida décadas después.
Obtuvieron mejores calificaciones académicas, tuvieron mayores niveles de salud física y mental, gestionaron mejor el estrés, mostraron una menor incidencia de problemas de adicción y alcanzaron un mayor éxito profesional.
La Habilidad Fundamental de la Autogestión
El experimento del malvavisco no mide la inteligencia o el talento innato.
Sino una habilidad fundamental de la autogestión y la inteligencia emocional: la capacidad de regular los impulsos en favor de metas a largo plazo.
Nuestra vida diaria está llena de "pruebas del malvavisco".
Constantemente nos enfrentamos a la elección entre la comodidad a corto plazo (ver una serie de televisión, comer comida basura, evitar una conversación difícil) y el esfuerzo que requiere construir un futuro mejor (trabajar en nuestro proyecto, ir al gimnasio, tener esa conversación).
La capacidad de "esperar por el segundo malvavisco" es, en esencia, la habilidad de invertir en nuestro yo futuro.
Entrenar nuestra fuerza de voluntad y nuestra capacidad para alinear nuestras acciones diarias con nuestros valores y objetivos más importantes es, por lo tanto, una de las prácticas más cruciales para construir una vida de logros, salud y satisfacción duraderos.
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