El poder de estar 100% presente

El Regalo más Preciado en un Mundo Distraído

En nuestra era digital, caracterizada por la multitarea y las notificaciones constantes, la atención plena y sostenida se ha convertido en un recurso escaso y, por lo tanto, increíblemente valioso.

Ofrecer a otra persona nuestra presencia total, nuestra atención indivisa, es quizás uno de los regalos más generosos y significativos que podemos dar.

Estar presente no es simplemente estar físicamente en el mismo lugar; es un estado interno de completa sintonía con el momento y con la persona que tenemos delante.

Cuando estamos verdaderamente presentes, creamos un espacio donde la otra persona se siente vista, escuchada y valorada en un nivel muy profundo.

¿Qué Significa Realmente Estar Presente?

Estar cien por cien presente va más allá de guardar el teléfono móvil.

Implica aquietar nuestro propio diálogo interno, esa corriente de pensamientos sobre lo que tenemos que hacer después, lo que vamos a responder, o nuestras propias preocupaciones.

Significa dirigir todos nuestros recursos sensoriales y cognitivos hacia nuestro interlocutor: escuchar no solo sus palabras.

Sino también su tono de voz; observar sus expresiones faciales y su lenguaje corporal; sentir la energía emocional de la conversación.

Es un acto de entrega total al momento compartido, una meditación en la interacción.

Esta calidad de atención es lo que permite que la empatía florezca y que la conexión se establezca de forma auténtica.

El "Juego de la Presencia". Un Entrenamiento Lúdico

Para cultivar esta habilidad, podemos practicar el "Juego de la Presencia".

Es un ejercicio para dos personas que, aunque puede ser divertido, tiene un propósito muy serio.

Siéntate o ponte de pie frente a tu compañero, mírense a los ojos y comprométanse a estar completamente presentes el uno con el otro durante unos minutos.

El objetivo es mantener esa conexión atenta.

En el momento en que uno de los dos sienta que la atención del otro ha divagado (quizás por un cambio sutil en su mirada o en su energía), le da un suave toque en el hombro.

Este toque no es un reproche, sino una simple señal.

El juego puede continuar, tratando de alargar los períodos de presencia ininterrumpida.

Este ejercicio nos entrena para reconocer tanto nuestras propias distracciones como las de los demás, y nos ayuda a fortalecer nuestra capacidad de mantener una atención plena y sostenida en nuestras interacciones, convirtiendo la presencia en una habilidad consciente y cultivable.