El cerebro emocional. amígdala vs. córtex prefrontal

Dos Vías de Procesamiento Cerebral

Para comprender la dinámica a menudo conflictiva de nuestras respuestas emocionales, es esencial conocer la existencia de dos vías principales de procesamiento en nuestro cerebro, personificadas por dos estructuras clave: la amígdala y el córtex prefrontal.

Estas dos áreas representan el constante diálogo entre nuestro cerebro más primitivo y nuestro cerebro más evolucionado.

La Amígdala. El Guardián Primitivo

La amígdala es una pequeña estructura con forma de almendra situada en el sistema límbico, el llamado "cerebro emocional".

Es nuestro sistema de alarma, nuestro guardián primitivo. Su función principal es escanear el entorno en busca de posibles amenazas.

Cuando percibimos un estímulo; un sonido fuerte, un rostro enfadado;la información viaja rápidamente a la amígdala.

Si esta lo interpreta como una amenaza potencial, desencadena una respuesta de "lucha o huida" en una fracción de segundo, inundando nuestro cuerpo con hormonas del estrés y preparándonos para reaccionar antes incluso de que seamos plenamente conscientes de lo que está sucediendo.

Esta respuesta ultrarrápida ha sido crucial para la supervivencia de nuestra especie.

La desventaja es su tendencia a la imprecisión; puede disparar falsas alarmas, haciéndonos reaccionar de forma exagerada ante amenazas que no son reales.

El Córtex Prefrontal. El Ejecutivo Racional

Aproximadamente medio segundo después de que la amígdala haya sonado la alarma, esa misma información sensorial llega a una parte mucho más evolucionada del cerebro: el córtex prefrontal.

Esta es la sede de nuestras funciones ejecutivas: el razonamiento, la lógica, la planificación, la toma de decisiones y el control de los impulsos.

El córtex prefrontal analiza la situación con mucho más detalle, contexto y matices.

Puede evaluar si la amenaza percibida por la amígdala es real y, si no lo es, puede enviar señales para calmar la respuesta de alarma.

La Danza de la Inteligencia Emocional

La interacción entre estas dos estructuras es la esencia de la gestión emocional.

El impulso inicial que sentimos; el arrebato de ira, la punzada de miedo; es a menudo la voz de la amígdala.

La pausa, la reflexión y la elección de una respuesta más meditada es el trabajo del córtex prefrontal.

La inteligencia emocional, por lo tanto, no consiste en eliminar la respuesta de la amígdala.

Sino en aprender a reconocerla y a crear un espacio; un valioso medio segundo; para permitir que nuestro córtex prefrontal entre en juego y tome una decisión más sabia.

Es el arte de gestionar la danza entre nuestro guardián impulsivo y nuestro ejecutivo racional.