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El Falso Modelo: Emisor-Mensaje-Receptor y su Origen en la Ingeniería

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El Falso Modelo: Emisor-Mensaje-Receptor y su Origen en la Ingeniería


Desglose del modelo tradicional y su aparente lógica

El modelo de comunicación más extendido y enseñado es, paradójicamente, uno de sus mayores mitos.

Nos referimos al esquema tradicional de emisor-mensaje-receptor.

Su estructura es seductoramente simple: un emisor codifica y envía un mensaje a un receptor, quien lo decodifica.

En algunas versiones, se añade una flecha de vuelta para representar la "retroalimentación".

La aparente lógica y simplicidad de este diagrama es la razón por la que ha perdurado; parece una forma ordenada y eficiente de explicar un proceso que realizamos a diario.

Sin embargo, esta simplicidad es precisamente su mayor debilidad, ya que presenta el complejo acto de la interacción humana como un mero traspaso de paquetes de datos, una visión que se aleja radicalmente de la realidad.

El origen real: un modelo matemático para la telefonía, no para humanos

La razón por la que este modelo es una falacia para la comunicación humana es que nunca fue diseñado para ella.

Su origen no se encuentra en la psicología ni en la sociología, sino en la ingeniería y las matemáticas.

Fue desarrollado por los ingenieros Claude Shannon y Warren Weaver para la compañía telefónica Bell.

Su objetivo era explicar y optimizar la operación técnica de una llamada telefónica; es un modelo informático pensado para la comunicación entre máquinas, como las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC).

Describe con precisión cómo un dispositivo (emisor) envía datos codificados a través de un canal a otro dispositivo (receptor).

Es un pilar de la Teoría de la Información, pero aplicarlo a la interacción humana es un error conceptual grave.

Por qué fallamos al aplicarlo: los humanos no somos máquinas predecibles

El modelo informático funciona a la perfección para la tecnología porque las máquinas operan bajo instrucciones y carecen de subjetividad.

Por ejemplo, un ordenador (emisor) envía la información de una presentación (mensaje) a un proyector (receptor).

Si todo funciona, el proyector decodifica los datos y muestra la imagen. Es un proceso lineal y unilateral.

El proyector no puede despertarse de mal humor, ni le puede caer mal el ordenador para decidir no funcionar.

Los seres humanos, en cambio, somos todo lo contrario a máquinas predecibles.

Nuestras conversaciones están profundamente influenciadas por estados de ánimo, experiencias pasadas, intenciones ocultas, inseguridades y un sinfín de variables que este modelo es incapaz de contemplar.

Reducir nuestra compleja interacción a un simple esquema técnico es ignorar la esencia misma de lo que nos hace humanos.

Las limitaciones del modelo: "ruido", la ausencia de contexto emocional

Incluso los conceptos que el modelo intenta adaptar, como "ruido" y "retroalimentación", demuestran su insuficiencia.

En el modelo informático, el "ruido" es una interferencia técnica, como un falso contacto en un cable que interrumpe la señal.

En la comunicación humana, el "ruido" es el prejuicio, el sarcasmo, el estado emocional o las diferencias culturales.

Por su parte, la "retroalimentación" en este esquema es una simple confirmación técnica: la imagen se proyectó correctamente en la pantalla.

Para los humanos, la retroalimentación es una compleja mezcla de lenguaje verbal, corporal y emocional.

La mayor limitación del modelo emisor-mensaje-receptor es, por tanto, su absoluta ceguera ante el contexto emocional y situacional, que no es un accesorio, sino el núcleo de toda comunicación humana significativa.

Resumen

El modelo tradicional emisor-mensaje-receptor es seductoramente simple pero erróneo. Presenta la compleja interacción humana como un mero traspaso de paquetes de datos, una visión que se aleja radicalmente de la realidad y es su mayor debilidad.

Este modelo nunca fue diseñado para la comunicación humana, sino para la ingeniería por Claude Shannon y Warren Weaver para la compañía Bell. Su objetivo era optimizar la operación técnica de una llamada telefónica entre máquinas.

Los humanos no somos máquinas predecibles; nuestras conversaciones están influenciadas por estados de ánimo, experiencias y emociones. Reducir la interacción a un esquema técnico ignora el contexto emocional, que es el núcleo de la comunicación humana.


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