Cómo Comunicamos Abstracciones a través de lo Concreto
El proceso de "posesión": un concepto abstracto anclado a un objeto tangible
Dado que los objetos abstractos carecen de una forma física propia, la única manera de hacerlos comprensibles y comunicables es a través de un proceso que podemos denominar "posesión" o "anclaje".
Esto significa que el concepto abstracto se ancla o se posiciona en uno o varios objetos concretos para poder manifestarse.
Por ejemplo, el concepto abstracto de "educación" es intangible, pero podemos comunicarlo al agrupar objetos concretos como un pizarrón, un borrador y un pupitre.
Esta colección de objetos tangibles se convierte en el vehículo a través del cual la idea abstracta de "educación" adquiere una forma perceptible y, por lo tanto, comunicable.
Sin este anclaje en lo concreto, las abstracciones permanecerían encerradas en el mundo de las ideas individuales, sin un puente para ser compartidas.
Ejemplo: El "pecado" representado por una manzana y una serpiente
Un ejemplo clásico de este proceso de anclaje se encuentra en la simbología cultural y religiosa.
El concepto abstracto del "pecado" es una idea teológica y moral compleja, sin ninguna forma física.
Para hacerlo comprensible y transmisible a través de generaciones, la cultura occidental lo ha anclado a dos objetos concretos muy específicos: una manzana y una serpiente.
Esta imaginería permite que una idea profundamente abstracta sobre la transgresión y la caída en desgracia sea visualizada, narrada y comprendida de una manera mucho más directa.
La manzana y la serpiente no son el pecado, pero se han convertido en su representación tangible, en los símbolos concretos de los que se "posesiona" para poder ser comunicado.
Ejemplo: El "amor" representado por una rosa o un cachorro
El sentimiento del "amor" es otro objeto abstracto fundamental en nuestra comunicación diaria.
Para poder comunicarlo o incluso "comercializarlo", como lo haría un fotógrafo, es necesario encontrar un anclaje concreto.
El fotógrafo podría capturar la imagen de una pareja besándose de manera romántica y presentar esa postal como la representación del amor.
Para él y para una parte de la audiencia, esa imagen concreta es un símbolo válido del sentimiento abstracto.
Sin embargo, para otra persona, como un niño, la imagen de un beso podría representar "lujuria" o "algo que hacen los adultos".
Para ese niño, un símbolo mucho más poderoso y claro del amor podría ser la imagen de un cachorro corriendo a saludarlo al llegar a casa, lamiéndole la cara.
La negociación de símbolos para llegar a un acuerdo sobre lo abstracto
Los ejemplos anteriores revelan el paso final y más crucial del proceso: la negociación de símbolos.
Como cada individuo puede anclar el mismo concepto abstracto a diferentes objetos concretos (un beso vs. un cachorro para el "amor"), la comunicación efectiva requiere que los interlocutores lleguen a un acuerdo, consciente o inconsciente, sobre el símbolo que están utilizando.
Si una persona intenta comunicar "amor" a través de una rosa y la otra solo asocia las rosas con los funerales, el mensaje fracasará por completo.
La verdadera comunicación sobre abstracciones implica, por tanto, una negociación activa para encontrar un símbolo común que ambos puedan aceptar como válido para esa interacción.
Sin este acuerdo, corremos el riesgo de discutir sobre los símbolos en lugar de sobre la idea misma.
Resumen
Dado que los objetos abstractos carecen de forma física, los hacemos comunicables a través de un proceso de "anclaje". El concepto abstracto se posiciona en uno o varios objetos concretos para poder manifestarse y ser compartido.
Un ejemplo clásico es el concepto abstracto de "pecado", que la cultura occidental ha anclado a dos objetos concretos: una manzana y una serpiente. Esta imaginería permite que una idea compleja sea visualizada y comprendida directamente.
Como cada persona puede anclar un concepto a distintos símbolos (un beso o un cachorro para representar el "amor"), la comunicación requiere una negociación. Se debe encontrar un símbolo común que ambos acepten como válido para esa interacción.
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