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La Personalidad y el Origen de Nuestras Creencias

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La Personalidad y el Origen de Nuestras Creencias


Nuestra personalidad se construye sobre un sistema de creencias y valores que dictan cómo percibimos la realidad y reaccionamos ante ella.

Estas creencias, producto de la experiencia, nos llevan a juzgar a los demás y a polarizar el mundo entre quienes piensan como nosotros y quienes no.

La clave para construir relaciones sanas es no juzgar a otros por sus opiniones, sino por sus comportamientos, como la empatía y la apertura al diálogo.

Creencias y sistemas de valores

Nuestra personalidad es una construcción de creencias internas y sistemas de valores.

Nuestras creencias dan forma a nuestra percepción, y nuestros valores se traducen en la forma en que nos comportamos y tratamos a los demás o a nosotros mismos en nuestra vida personal y profesional.

Nuestras creencias, valores y personalidad están constantemente interactuando con los de los demás.

Esos son básicamente las explicaciones genéricas que oirás o leerás a medida que profundices en el autoconocimiento.

Pero esos principios son bastante abstractos. Las creencias son la verdad sobre la que construyes tu sentido de identidad.

Son los motores que dictarán la forma en que percibes y reaccionas a tus circunstancias. Son el resultado de lo que has integrado a través de tu educación y tu condicionamiento social.

Básicamente tu experiencia en su conjunto. Y son las mejores conclusiones que has recogido a la luz de lo que pasaste.

El juicio y la polarización

La gente se aferra a un sistema de creencias que les hace sentir que tienen razón.

Luego buscan a otras personas que comparten los mismos sistemas de creencias para alimentar un sentido de pertenencia, y reduce algunos de sus sentimientos de inadecuación o falta de valía al ser validados externamente.

Pero para mantener esas creencias, usualmente se convencen de que otras personas no tienen razón.

Así que tienden a polarizar el mundo y crean un sentido de 'nuestra forma es la única forma'.

Y si no lo haces, si no compartes la forma en que pienso, entonces estás equivocado. Pero eso no hace a los demás peores o mejores de lo que son.

Simplemente los hace intolerantes porque hemos aprendido a jerarquizar a las personas basándonos en lo que piensan, en lo que creen, en lugar de simplemente jerarquizar las ideas y ser capaces de discutir de forma constructiva y estar abiertos a nuevas perspectivas.

La empatía y el diálogo

Pero en lugar de eso, la forma en que nos sentimos acerca de aquellos que piensan o actúan de manera diferente a nosotros puede llevar a un curso de acción que puede parecer justificado en el alcance de nuestra comprensión, pero que desafortunadamente, puede llevar a circunstancias lamentables.

La gente suele definirse a sí misma y su sentido de identidad a través de sus opiniones y sistemas de creencias, y al hacerlo, adjuntan su propio valor intrínseco a la forma en que piensan.

Así que muchos de nosotros confundimos las afirmaciones de hecho con las afirmaciones de opinión que se confunden con la verdad.

Así que cada vez que alguien desafía esas opiniones, pensamientos o creencias, se lo toman personalmente y se ofenden porque cerraron la posibilidad de una perspectiva diferente en primer lugar.

La idea principal que quiero transmitir aquí es que no debemos juzgar a los demás basándonos en lo que creen, sino preguntarnos si la forma en que piensan se traduce en rasgos de personalidad positivos o negativos.

Si alguien no comparte los mismos intereses, la misma visión del mundo, las mismas creencias religiosas o políticas, tal vez no sea una razón suficiente para que descartes a la persona en su totalidad.

En realidad te defines a ti mismo como juicioso. En cambio, deberías preguntar si la otra persona está abierta a un diálogo, si es empática.

Resumen

Nuestra personalidad es un conjunto de creencias y valores que dan forma a nuestra percepción. Estas creencias, moldeadas por la experiencia, nos llevan a juzgar a los demás. A menudo nos aferramos a sistemas de creencias que nos hacen sentir que tenemos la razón.

Para validar nuestra identidad, buscamos personas que compartan nuestras creencias, lo que puede llevarnos a polarizar el mundo. Esta mentalidad nos vuelve intolerantes y nos impide tener discusiones constructivas. Juzgamos a las personas por sus creencias en lugar de sus ideas.

La clave para relaciones sanas es no juzgar a otros por lo que creen. En lugar de eso, debemos enfocarnos en si son empáticos y están abiertos al diálogo. Una relación donde se puede disentir sin ser desagradable es ideal para aprender y crecer.


la personalidad y el origen de nuestras creencias

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