Creencias Internas y el Juicio a los Demás
La personalidad es un conjunto de creencias y valores que dan forma a nuestra percepción y a nuestras reacciones ante la vida.
Estas creencias son el resultado de la educación, el condicionamiento social y las experiencias vividas.
A través de ellas, creamos una idea de lo que es verdad y lo que no, lo cual influye en la manera en que nos relacionamos con los demás.
Por ejemplo, mientras que para algunos es normal comer con las manos, para otros puede ser una conducta inapropiada, y esas diferencias de percepción son el origen de nuestros juicios.
Creencias como base del juicio y el rechazo
Tendemos a aferrarnos a sistemas de creencias que validan nuestra identidad y nos hacen sentir que estamos en lo correcto.
Para fortalecer ese sentimiento, buscamos la compañía de personas que piensan como nosotros, lo cual reduce nuestros sentimientos de inseguridad.
Sin embargo, esta búsqueda de validación a menudo nos lleva a la polarización, donde nos convencemos de que quienes piensan de manera diferente están equivocados.
No se trata de que los otros sean mejores o peores, sino de que esta mentalidad nos vuelve intolerantes y nos impide tener discusiones constructivas y abiertas a otras ideas.
La polarización y sus consecuencias
En la sociedad, a menudo jerarquizamos a las personas basándonos en lo que creen en lugar de en la calidad de sus ideas.
Esto puede llevar a situaciones lamentables, como rechazar a alguien profesionalmente solo por sus opiniones, su forma de vestir o su estatus social.
Por ejemplo, una persona que valora el éxito profesional por encima de todo podría menospreciar a alguien que prioriza el equilibrio entre el trabajo y la vida personal.
Sin embargo, las creencias no son más que ideas y juicios que hemos interiorizado; no son verdades absolutas.
Dejando de juzgar para crecer
La raíz del problema es que muchas veces confundimos nuestras opiniones con hechos, y cuando alguien las cuestiona, lo tomamos como un ataque personal.
Esto se debe a que hemos atado nuestro valor personal a nuestras creencias.
Para dejar de lado esa mentalidad, debemos dejar de juzgar a los demás por lo que creen y, en cambio, enfocarnos en sus rasgos de personalidad.
Lo importante es preguntarse si la persona es agresiva, intolerante o si, por el contrario, es empática y está abierta al diálogo.
Una relación en la que se puede disentir sin ser desagradable es el mejor entorno para aprender y crecer.
Si nos apresuramos a juzgar a los demás, en realidad nos estamos definiendo a nosotros mismos como personas que juzgan.
Resumen
Nuestra personalidad es un conjunto de creencias y valores que influyen en cómo nos relacionamos con los demás. Estas creencias provienen de la educación, el condicionamiento social y las experiencias vividas. Nos aferramos a ellas para sentir que tenemos razón y para validar nuestra identidad.
Buscar personas que compartan nuestras creencias nos puede llevar a la polarización. Nos volvemos intolerantes, juzgamos a las personas basándonos en lo que creen y nos negamos a tener discusiones constructivas con quienes piensan diferente.
La clave es dejar de juzgar a los demás por sus creencias y, en cambio, enfocarse en sus rasgos de personalidad. Una relación donde se puede discrepar sin ser desagradable es el mejor entorno para aprender y crecer.
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